25 de abril 2024

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El estudio «Mujer y Minería 2022» elaborado por el Observatorio de Gestión de Personas del Departamento de Administración de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile, en colaboración con el Banco Interamericano de Desarrollo y la organización Women in Mining Chile (WIM Chile), arrojó como resultado un creciente número de mujeres que participa en la industria minera desde 2008 al 2022.

Los resultados dan cuenta que la participación femenina en minería casi se ha duplicado desde 2008, cuando alcanzaba el 5,71% y actualmente llega a 10,8%.

Una tendencia al alza que se visualiza también durante el último tiempo cuando a inicios del año pasado participaban 25.881 mujeres en faenas mineras, un número que a junio del presente año alcanza las 31.970.

En cuanto a su nivel educacional, casi la mitad se reparte entre aquella que cuentan con estudios superiores, siendo en el caso de pregrado un 39% y en postgrado un 42%. Le sigue un 10% que cuenta con un título técnico. Aquellas que cuentan con enseñanza media completa llegan al 5% y, por su parte, un 3% cuenta con nivel básico completo.

Un 27% de ellas desempeña labores de jefe de área y un 8% se encuentra en el área gerencial.

El mayor número de ellas, un 39%, tiene entre 31 y 40 años. Y un 30% tiene entre 41 y 50 años. Un 57% de las mujeres es soltera y un 28% está casada. Un 37% no tiene hijos, y entre las que tienen 1 y 2 hijos representan un 24% y 25% respectivamente.

Los resultados también destacan las ideas de desarrollo personal, profesional y social.

Además, se describe un componente político de ser mujer y trabajar en minería, las trabajadoras entienden que su rol en la industria tiene un impacto en la diversidad de experiencias de las nuevas generaciones de mujeres, sobre todo en términos de inclusión e igualdad de oportunidades laborales.

Por su parte, el factor económico también juega un rol fundamental, se entiende que la industria minera ofrece mayores beneficios y compensaciones que otras industrias.

Finalmente, el estudio señala que «es posible evidenciar que parte ésta se ve cruzada principalmente por tres dimensiones:»

En primer lugar, la imposibilidad de surgir y acceder a cargos de mayor responsabilidad y poder, o el llamado «techo de cristal».

Los ambientes agresivos de trabajo que proporcionan malas prácticas laborales como el acoso, tanto sexual como laboral.

Y por último, la serie de discriminaciones y estereotipos que enfrentan por el hecho de ser mujeres en un mundo construido por y para varones como lo es la industria minera.