Hace aproximadamente una década, científicos fijaron su atención sobre una enigmática franja de 75 km cubierta por fragmentos de vidrio fundido en el desierto de Atacama en Chile. El misterio en torno al calor tan intenso que abrasó el suelo arenoso de la zona hasta convertirlo en placas de vidrio de silicato acaba de ser aclarado por un estudio realizado por investigadores de Chile y Estados Unidos, que fue publicado el 2 de noviembre en la revista Geology.
Entre los científicos que elaboraron este estudio se encuentran Nicolás Blanco y Andrew Tomlinson, ambos geólogos de Sernageomin.
“Para fundir la superficie del terreno, en este caso particular de sedimentos arenosos no consolidados, se requiere una enorme fuente calórica. Por la geometría y distribución de los fundidos de Pica (extensión de hasta 70 km longitudinales y 20-60 mts de ancho), no es posible atribuirlo a, por ejemplo, caída de rayos (que generan estructuras similares a las raíces de una planta), incendios de pastizales y matorrales, donde las temperaturas generadas son insuficiente para fundir estos sedimentos”, señala Nicolás Blanco.
Agrega que “tampoco se puede atribuir a volcanismo (ej. emisión de obsidiana), ya que la cadena volcánica activa en ese entonces se encontraba a más de 80 km al este. Lo más importante para sustentar esta hipótesis es la presencia de especies minerales que son propias de cuerpos extra-planetarios, como los cometas, entre ellos podemos contar con la troilita niquelífera, cubanita niquelífera”.
Tales minerales, por ejemplo, fueron encontrados en los análisis de las muestras colectadas del cometa “Wild 2”, a través de la misión espacial de la NASA “Starddust”, en 2004, y en otros impactos terrestres de meteoritos sobre la superficie de la tierra. Además, la energía calórica involucrada en este evento se deduce de la presencia del mineral de zircón alterado a baddeleyita (dióxido de zirconio) en estos fundidos, reacción que se produce cercano a los 1.700°C.
“Esta asociación mineralógica presente en los fundidos de Pica es la principal evidencia que permite sustentar nuestra hipótesis”, enfatiza Blanco.
“Cuando investigamos la zona con el colega Andrew Tomlinson, a través de los programas de geología regional del Sernageomin (Plan Nacional de Geología), tomamos numerosas muestras de vegetación fósil existente en los sedimentos asociados a los fundidos vítreos, gran parte de ella quemada. Las edades 14C (carbono 14) obtenidas fluctuaron entre 13-10,5 mil años AP (AP es “antes del presente”, y ese presente es referido a 1950, año que se inician los ensayos de bombas nucleares a nivel mundial). La edad más joven, esto es 10.500 años AP, se obtuvo de una muestra quemada, situada directamente debajo de los fundidos en Pica. Esta es la edad más cercana al evento de explosión de este cometa”, asevera Blanco cuando le consultamos sobre cómo se determinó que un cometa cayó a fines del Pleistoceno.
Blanco agrega que “en los últimos años, en el laboratorio de geocronología del Sernageomin, se ha estado perfeccionando e innovando en metodologías analíticas que esperamos nos permitan datar directamente las muestras de vidrio, de modo de obtener una edad más precisa aún”.
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