23 de noviembre 2024

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  • Los mejores arqueros del mundo conocieron la potencia de los remates del mejor puntero izquierdo del fútbol chileno durante quince años y uno de los mejores de toda la historia. Este es nuestro homenaje al gran y querido Leonel Sánchez.

Por Julio Salviat


Lo vi jugar cientos de veces, y nunca dejó de asombrarme. Entre mis tiempos de estudiante, a fines de los años 50, y mis comienzos como periodista, al comienzo de los 70, Leonel Sánchez fue siempre un imán.

Y el tiempo lo transformó en un personaje querible para todos con cualquiera de las camisetas que vistió. La azul de la U se le incrustó en la piel. La blanca de Colo Colo le sirvió como dulce revancha. La tricolor de Palestino le duró poco. La rojiza de Ferroviarios fue la última que empapó como profesional. Y la roja de Chile lo hermanó con todo el país y lo tuvo de líder desde que debutó en la Selección enfrentando a Brasil en el Maracaná en 1955 hasta que se sacó los zapatos después de ganarle a México en un amistoso de 1968.

Por casualidades de la vida, supe de Leonel antes que la mayoría de los aficionados al fútbol. Mi padre tenía un amigo en la Población Chile y el día que me llevó a visitarlo también llegó un vecino con su hijo.

-¿Conoce a este campeón? – le preguntó el anfitrión a mi papá.

Como vio un gesto de duda, el mismo dio la respuesta:

-Es campeón de boxeo. Campeón chileno y sudamericano, categoría gallo, compadre…¿Y conoce a este joven?: fíjese bien porque es un futuro crack. Debutó hace poquito en Universidad de Chile, pero pronto lo conocerá todo el mundo.

Ese “todo el mundo” era un decir, pero con los años se transformó en textual: en el Mundial de 1962 ganó fama universal por dos grandes detalles: el puñete con que mandó a la gramilla verde al italiano Mario David en el partido con Italia y los cuatro goles que lo consagraron como máximo goleador (título compartido) en ese mismo evento.

Se saludaron entonces los papás que recién se conocían y Leonel, siete años mayor que yo, nos saludó a los dos.

Por eso el nombre me sonó conocido cuando los relatores radiales comenzaron a nombrarlo. Y después, cuando él ya era famoso y yo lo seguía como hincha, me cachiporreaba con mis amigos en el barrio: “Yo lo conozco”, les decía. Y me envidiaban.

El primer gran gol que le vi presencialmente fue en la definición del título entre Colo Colo y Universidad de Chile en1959. Fue un tiro libre desde unos treinta metros que dejó a Misael Escuti igual como Alexis dejó al boliviano Carlos Lampe no hace mucho: con las manos estiradas atrapando aire mientras la pelota pasaba rozándole los dedos después de desviarse un poco hacia la derecha y luego hacia la izquierda en su acelerada trayectoria. Con ese gol, Leonel encaminó a la U hacia el segundo título de su historia y dio comienzo al legendario Ballet Azul.

Fueron incontables los goles que hizo de tiro libre el gran artillero zurdo.

Recuerdo algunos. Los que les hizo a los que eran considerados en su momento los mejores arqueros del mundo.

A TILKOWSKI

En 1961, meses antes de que culminara el proceso de preparación gestado por Fernando Riera para formar una selección que pudiera cumplir con decoro en el Mundial del año siguiente, Chile enfrentó a la poderosa selección de Alemania Federal. Fue una asoleada tarde del 26 de marzo, con poco menos de 50 mil personas en el Estadio Nacional.

El arco germano lo defendía Hans Tilkowsky, jugador del Borussia Dortmund, que recién había sido distinguido como el jugador del año en Alemania y que en 1966 iba ser titular en el equipo que perdió la final de la Copa del Mundo en Inglaterra ante el dueño de casa.

A ese monstruo Leonel lo dejó estático con un remate propio de su zurda privilegiada. Era tanta la distancia que había entre el lugar del foul y el arco, que Tilkowski no quiso hacer barrera. Y cuando miró hacia su izquierda la pelota ya estaba entrando al arco a media altura.

A YASHIN

En el Mundial de 1962 anotó cuatro goles de distinta factura: uno con la zurda y otro con la derecha a los suizos, uno de penal a Brasil y uno de tiro libre a Unión Soviética. El más aplaudido y el más trascendental fue el que anotó en Arica para abrir la cuenta ante los rusos.

Leonel ya tenía de casero a Lev Yashin, donde lo pillaba le hacía goles, sea en la Selección o reforzando a Colo Colo. Pero la Araña Negra, considerado en ese momento como el mejor arquero del mundo, no imaginaba qué le iba a pasar en ese tiro libre que el puntero izquierdo chileno iba a ejecutar desde el vértice del área grande. Lo lógico era el centro, y a eso se ajustó Yashin. Se ubicó al medio del arco con los pies listos para salir a cortarlo.

Cuando daba un paso al frete, la pelota se había colado por el lado exterior de la barrera y estaba entrado pegada al poste izquierdo. “¡Justicia divina”, gritaba Julio Martínez, mientras Yashin maldecía su infortunio.

A ROMA

En 1965, la selección chilena se había renovado después de lograr tres años antes el tercer puesto en la fiesta universal. Leonel era de los pocos sobrevivientes, pero el poderío de La Roja era todavía respetable como lo demostraría ganando el grupo clasificatorio para el Mundial de Inglaterra. En el arco esa tarde estaba Francisco Nietsche, y no Misael Escuti; los laterales eran Aldo Valentini y José González, y no Luis Eyzaguirre y Sergio Navarro; al centro de la zaga se mantenía Carlos Contreras y lo acompañaba Humberto Donoso, y no Raúl Sánchez; los volantes eran Ignacio Prieto y Roberto Hodge, y no Jorge Toro con Eladio Rojas; y en el ataque seguían Leonel y Alberto Fouilloux, pero sus compañeros eran Pedro Araya y Carlos Campos, en vez de Jaime Ramírez y Honorino Landa.

Por eso había mucha expectación por el duelo con Argentina, que venía de jugar dos encuentros con Brasil, uno con Francia y otro con Chile en Buenos Aires. Y ninguno había podido hacerle un gol siquiera. Leonel se los hizo con un tiro libre de su marca. El arquero batido esa nublada tarde de mitad de semana y con estadio lleno fue Antonio Roma, uno que está entre los grandes formados en el fútbol argentino.

La revista Estadio publicó dos formidable fotos tomadas desde distintos ángulo y publicó una lectura simple y reveladora: “El bombazo de Leonel. Una obra maestra. Con terrible potencia entró ese balón justo junto al vértice superior derecho del arco de Roma”.

El partido terminó 1-1.