- La psicóloga y docente Gabriela González advierte los principales conflictos sociales y de salud mental que afectan a las mujeres chilenas que deciden llevar adelante un embarazo no deseado. Aborda también las expectativas que genera una Ley de Despenalización del Aborto para Chile.
Esta semana, el Senado argentino aprobó la despenalización del aborto considerando como límite la semana 14 de gestación. La normativa también suma, acompañamiento material y sanitario durante tres años a mujeres de sectores vulnerables que si desean llevar adelante sus embarazos para que la pobreza no impida a las mujeres planear una familia. El debate parlamentario, celebrado a lo largo de todo el país transandino, abrió una ventana de expectativas para quienes esperan se legisle de manera similar en nuestro país.
La psicóloga Gabriela González, decana de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, sigue atentamente el proceso argentino y celebra también este paso que abre la posibilidad de una ruta política y social similar en Chile. «El movimiento feminista tiene un carácter latinoamericanista e internacionalista y en la medida que se van logrando avances como la despenalización del aborto en Argentina, se impulsa que países como el nuestro puedan hacer estas modificaciones y cambios legales. Al respecto, las expectativas que tenemos son altas, aunque sabemos que cada avance conquistado no es algo inmediato y siempre va a costar trabajo», señala sobre una lucha que busca garantizar legalmente el derecho al aborto seguro, gratuito y de libre acceso.
González destaca que el principal motor de una legislación de este tipo en el vecino país haya sido la propia ciudadanía. Para la especialista, estas transformaciones no pueden ser convenidas política ni culturalmente desde las clases políticas o las élites porque se trata de temáticas intrínsecamente fundada en el debate ciudadano y la participación democrática. «Las cúpulas suelen dictar de manera hegémonica cuál es la moral correcta, cuando debería ser al contrario y estar ellas al servicio de las necesidades sociales, económicas, ambientales o culturales de la sociedad, En este caso, un asunto en que converge también la salud y la sexualidad, incluso», sostiene la Magíster en Género y Cultura.
«El fenómeno del embarazo también está anclado en lo social y por eso en Argentina se la denominado a este hito y avance como ‘un momento bisagra’. La sociedad es la que está instalando conceptos de salud mental como un elemento fundamental que echa por tierra el sentimiento de culpa que conlleva la decisión de abortar o no asumir un embarazo«, agrega. «Hay un peso simbólico muy fuerte vinculado a la idea del aborto, que se suma y sostiene por mucho tiempo más por el peso simbólico de haber deseado no ser madre».
El fin de la culpa
En nuestra región, Argentina se suma a Cuba, Guyana y Uruguay como países donde la interrupción del embarazo no es un delito. En nuestro país en tanto, ya en los años 70, los medios conservadores, declaraban que los abortos alcanzaban nivel de «epidemia». Hoy, el Minsal asegura que se realizan cerca de 90 abortos clandestinos por día. Es decir, unos 33 mil al año. Gabriela González describe que en su disciplina existen distintos indicadores sobre el impacto de un embarazo no planificado o un aborto en la vida y la psique de mujeres jóvenes, pero la ecuación embarazo adolescente, sigue siendo un páramo complejo.
«Sigue siendo un asunto sin resolver. En nuestro país la vía de la maternidad es, para muchas mujeres, una forma de identidad social, pero es muy diferente si se es una mujer de estrato vulnerable o una joven que está en medio de sus estudios universitarios, por ejemplo. La situación de un embarazo va asociado a un deseo social por ser o no ser madre y, al mismo tiempo, se observa como una condena para jóvenes no solo por ejercer maternidades tempranas, sino que deben interrumpir la posibilidad de generar otros proyectos de vida», describe la psicóloga y docente.
Si bien este escenario ha ido cambiando, muchas veces las jóvenes deciden ser madres porque no existe acceso a la interrupción de un embarazo no deseado y eso, a su vez, genera maternidades distintas: «Puedo ver en la universidad a nuestras estudiantes que han deseado ser madres y por otro lado a las que no querían, pero todas con diferentes esfuerzos han podido combinar maternidad y estudios porque hay que convenir que la corresponsabilidad tampoco suele ser algo que se ve a menudo. Existe una gran mayoría de casos donde la mujer es la que se hace cargo de los hijos e hijas», señala.
Por eso destaca la importancia de que en Chile se cuente con una alternativa como poder detener un embarazo en condiciones de gratuitas y seguras de salud pública. Apunta, además, a otro detalle que suele ser pasado por alto y que la psicología familiar considera clave: «El deseo de un hijo o hija tiene otras repercusiones que se dan por sentado. La relación que se arma entre una madre y un hijo o una hija requiere un lugar y un vínculo para toda la vida que trasciende el período de gestación. Un embarazo no deseado da a luz también una relación que madres y padres deben sostener a lo largo de los años y eso es súper complicado. Ser un hijo no deseado cala a un nivel subjetivo y psíquico muy profundo«, advierte como un daño colateral de generaciones.
«Todo esto cambiaría con una concepción hegemónica del ser mujer que hoy en día las relega a la reproducción y la maternidad. Es necesario entender que hay mujeres que simplemente no quieren ser madres y que, como todas, deben tener el derecho a decidir sobre sus cuerpos. Asumir esto permitiría desalojar la culpa que ello conlleva y que toda mujer pueda poner en marcha sus deseos sean estos la maternidad, una carrera u otro desarrollo. Un embarazo sin culpas es fundamental para crear una sociedad distinta en el que una mujer madre soltera o que ha interrumpido su embarazo no viva en la exclusión, la marginalidad o el arrepentimiento», agrega González.
Finalmente, la psicóloga vincula estas transformaciones sociales con el camino constitucional que se abre en Chile a partir de un ejercicio de soberanía popular similar al que ha guiado la conversación sobre el aborto en Argentina. «Se está restituyendo un camino democrático que, tal como en nuestro caso, ha tenido muchos amarres y vigilancia. Las chilenas estamos llamadas también a marcar un nuevo hito como las argentinas han marcado el paso con la legalización del aborto. Los cambios que nosotras buscamos en Chile serán construidos sobre la base de la paridad, la inclusión y la diversidad. Ahí está la gracia de la legitimidad del ejercicio de soberanía popular y para ello es que están recogiendo los puntos centrales y fundamentales como los que se están concretando en Argentina», concluye.
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