Este miércoles, el medio inglés The Economist publicó una columna en la cual llama a la población chilena a «rechazar el nuevo proyecto de Constitución» en el plebiscito de salida del 4 de septiembre.
En el artículo se califica al proyecto constitucional como «un magno error» y que además «es absurdamente largo, con 388 artículos. También es fiscalmente irresponsable y excesivamente progresista».
«La antigua Constitución de Chile no era perfecta. De hecho, ha sido enmendada casi 60 veces. Pero comparado con el reemplazo propuesto, es un modelo de claridad. Más importante aún, el antiguo modelo para gobernar funciona. Desde que se restauró la democracia. Chile ha sido un éxito en América Latina. El PIB por persona se ha triplicado desde 1990 y la pobreza ha disminuido», agrega la columna.
Si bien la revista inglesa señala que «algunas ideas son loables», puesto que «exigiría la devolución de algunas competencias a las regiones, y daría a los indígenas el derecho a ser enseñados en sus propias lenguas en las escuelas», sostiene que en general «el borrador es un embrollo confuso, lleno de un lenguaje impreciso que garantiza más o menos décadas de disputas sobre lo que realmente significa».
En cuanto a los derechos que postula el proyecto constitucional, The Economist postula que «el proyecto crea un portafolio de derechos socioeconómicos que podría disparar el presupuesto. Exige la creación de varios organismos nuevos, como un servicio nacional de salud y un sistema de atención desde la cuna hasta la tumba, sin pensar demasiado en cómo se financiarían. El Estado supervisaría la provisión de vivienda, a la que dice que toda persona tiene derecho. Se prohibiría la especulación inmobiliaria. También la educación con fines de lucro».
Por último, el medio puntualiza que «en lugar de desechar la vieja constitución, los chilenos deberían desechar la nueva. Cuando el proyecto se someta a referéndum en septiembre, deberían rechazarlo. La constitución actual se mantendría, y el Congreso mantendría el poder de revisarla gradualmente, por ejemplo para facilitar la construcción de un fuerte Estado de bienestar. Este enfoque puede sonar poco inspirador para quienes salieron a las calles en 2019 y 2020. Pero a largo plazo es mucho más probable que haga que Chile sea próspero y gobernable».
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