21 de noviembre 2024

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  • En qué tienen que pensar Aníbal Mosa, los directores de Blanco y Negro, el entrenador Gustavo Quinteros, los jugadores y los hinchas de Colo Colo después de la pesadilla que se prolongó hasta el partido de Talca.

Por JULIO SALVIAT


Junto con el soplido del árbitro Julio Bascuñán se produjo un suspiro de alivio que comenzó en Arica y terminó en la Antártica. Celebraron los jugadores de Colo Colo y saltaron sus hinchas, pero el sentimiento generalizado era que el susto había pasado.

De los últimos 20 minutos, se jugaron tres. Con cronómetro, el partido debió terminar a cerca de las 20:30, y no pasaditas las ocho, como ocurrió. Pero eran reflexiones de un penquista, y a nadie más le importaba. Lo valioso era que el club más popular del país se mantenía en la división superior.

Por supuesto que el nivel del partido tampoco tuvo trascendencia: correspondió al que se esperaba de dos de los peores equipos del campeonato y ni siquiera tuvo la emoción de los minutos finales porque Universidad de Concepción no mostró ningún recurso para angustiar a los albos.

En la tribuna Aníbal Mosa celebró con el alma. Pero ya en la noche, con la cabeza en la almohada y la mente serena habrá tenido tiempo para sacar las lecciones que corresponden después de una experiencia tan traumática.

Yo que él, renuncio.

Su gestión fue nefasta de comienzo a fin. Comprometerse tanto con un solo empresario para la traída de jugadores no le hace bien al club. Jugársela por futbolistas desahuciados, como Matías Fernández,  o retirados, como Jorge Valdivia, fue como jugarle toda su fortuna al doble cero en la ruleta. Ofrecer el bono de la vergüenza para librarse del precipicio que llevaba a la primera B empeoró las cosas. Despedir a un jugador cuando todas las vibras estaban destinadas a salvarse del descenso fue otro desacierto monumental.

Los directores de Blanco y Negro también tendrán que hacer su mea culpa. Ignorantes en materia futbolística, distanciados de la suerte del equipo, se limitaron a mirar el descalabro desde muy lejos. Tal vez ahora decidan hacer algo por la recuperación del prestigio y el poderío del club que congrega la mayoría de las preferencias. Preocuparse, por ejemplo, de cómo se está trabajando en la formación de jugadores y poner algunas fichas en esa inversión, más que en las especulaciones en la bolsa de valores.

Otro que debe haber tenido mucho para reflexionar es Gustavo Quinteros, el entrenador. Si sigue, algo que está muy en duda precisamente porque Mosa asegura que lo mantendrá en el cargo, deberá cambiar procedimientos y conductas. No mostró muchas luces para cambiar el destino de los partidos ni se vio una mano técnica en el estilo de juego. Reclamador siempre, grosero una vez, tendrá que reconocer que no le hizo mucho bien al grupo ni, menos, a los seguidores.

Cada jugador hará su propio balance. Y seguramente serán muy pocos los que podrán decir que dieron el alma en beneficio del equipo. En Colo Colo, por si no lo saben, no basta con jugar bien. A los que lo defienden se les exige “empuje y coraje”. Cada integrante de ese equipo tiene que ser “ejemplo de valor” y también “ir a la lucha sin descansar jamás”.

La mayoría de los hinchas es fiel hasta la muerte y concuerda con el espíritu que legó David Arellano. Pero hay enquistados que no le hacen ningún bien al club con sus actitudes matonescas y sus amenazas. Por ahí también hay un virus que todavía no causa pandemia, pero que es altamente peligroso.