21 de noviembre 2024

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  • ¿Ya no existe el amor a los colores? ¿Se acabó para siempre el cariño a un club? ¿Es imposible hoy la identificación de un futbolista con los hinchas?

Por Sergio Gilbert


Es un hecho de la causa y a nadie, a estas alturas, debería sorprenderle: los futbolistas, por más que besen camisetas y juren eternos agradecimientos a quienes un día creyeron en ellos, no están hoy para echar raíces en un club. El fútbol es para ellos una profesión como cualquiera y como todo trabajador, tienen derecho a mantenerse o dejar su lugar de empleo de acuerdo a la conveniencia personal. Económica, deportiva o familiar.

Parece de Perogrullo, pero para algunos esto es difícil de entender. Y de aceptar.

Muchos hinchas, especialmente los más veteranos, los que vieron a Carlos Campos debutar y despedirse con la camiseta de la U; o a Raúl Ormeño y Mario Lepe no moverse nunca de Colo Colo y de la UC, se niegan a aceptar que sus cracks personales no sólo se vayan prematuramente del club de sus afectos, sino que estos hasta presionen para que los dejen tomar sus maletas, aunque tengan contratos que los obliguen a la permanencia.

No es algo, sin duda, que solo pase en Chile. Ahora mismo, para ser más claros.

Los hinchas de Liverpool, que cantan a sus jugadores que nunca caminaran solos, hoy sienten que Sadio Mané, uno de sus hijos favoritos, les clavó una daga en el pecho al ponerse feliz la camiseta de Bayern Munich.

Y para qué decir los hinchas del propio multicampeón de Alemania que no entienden por qué su goleador insigne, el polaco Robert Lewandowski, se levanta todos los días anunciando que quiere que lo dejen en libertad para volar de una buena vez a Barcelona, su destino irremediable.

Pero es que así es el fútbol de ahora, señores. No hay tiempo para forjar relaciones eternas. Esto es ser profesional. Se les exige comportarse de esa forma a los futbolistas y ellos, con razón, exigen de vuelta el mismo trato.

Pero es que ¿ya no existe el amor a los colores? ¿Se acabó para siempre el cariño a un club? ¿Es imposible hoy la identificación de un futbolista con los hinchas?

Sí, claro que existe todo eso. Pero no como a uno le gustaría. Es de otra manera. Ese amor se puede cultivar por un tiempo, pero no puede ser para toda la vida y “en salud y enfermedad”. Ni menos puede serlo a la fuerza, como una imposición simplemente emocional.

Y no es malo que sea así. Tampoco bueno. Es, no más. Y hay que entenderlo.

Por eso es que si Pablo Solari hoy está amurrado porque no lo vendieron a América de México hay que comprenderlo y no castigarlo diciendo que en verdad no es tan bueno ni tan ídolo de Colo Colo.

Lo mismo con el arquero de la UC Matías Dituro quien luego de su exitosa experiencia en Celta de Vigo de España cree con argumentos que éste es el momento ideal para irse a mercados mejores. No es que el portero sea agrandado y no agradezca todo lo que le dieron en San Carlos. Simplemente, quiere probarse en otras instancias y asegurar su futuro económico. No es un pecado.

No hay que ser tan tajantes en este tema. Ni menos erigirse como jueces de los sentimientos ajenos.

Más bien, hay que entender que las cosas son así, que querer emigrar no significa despreciar lo que se tiene, sino que es la ambición del que cree que puede seguir progresando.

Sí, ya no existen los románticos. Pero eso no significa la muerte de los afectos. Todo evoluciona.