22 de noviembre 2024

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Francis Cagigao en cualquier parte del primer mundo futbolístico estaría en entredicho con sus empleadores reconociendo ante ellos su equivocación y su falta de competencia.

Por SERGIO GILBERT J. de El Ágora.

Como si fuera poco la delicada situación de la selección chilena en las rumbo al Mundial de Qatar (todo indica que clasificarse será un tarea que rozará con la épica) y la casi nula regeneración de la piel del equipo (si Chile llega a la Copa del Mundo será, sin duda, el combinado más veterano), horas antes del importante partido ante Brasil una bomba estalló en Juan Pinto Durán: el delantero de Inter de Miami, Robbie Robinson, quien por ser hijo de madre chilena había obtenido su pasaporte chileno para ser integrado a La Roja, abandonaba el equipo, aduciendo una especie de “contradicción vital”: no saber a ciencia cierta si quiere jugar por Chile o por Estados Unidos, que es donde nació, se crió y obviamente aprendió a jugar fútbol (o soccer, para ser más precisos).

La verdad es que, en rigor, la baja de Robinson no es para lamentarla tanto en términos futbolísticos. Claro, el chico es rápido, juega normalmente en su equipo (el de David Beckham, con todo el glamour que ello significa) y todos quedamos extasiados (y un poco hartos) al ver uno de sus últimos goles y que ha sido difundido con majadería por la televisión y las redes sociales. Pero de ahí a pensar que La Roja perdió a una de sus figuras emergentes, al que cambiaría el rumbo de la historia en las Clasificatorias, es simplemente una falacia. De hecho, nada hacía prever que entraría como titular ante Brasil.

Pero ese no es el punto. Porque más allá del blooper vivido, lo trascendental es saber qué ocurrió, qué no se hizo bien, qué no se pudo prever para que se originara el “caso Robinson”. Y quien debió hacer todo eso. En resumen, alguien se debe hacer responsable, asumir el costo.

¿Es Pablo Milad, el presidente de la Federación? ¿Serán Martín Lasarte, el DT? ¿Habrá que ajusticiar en la plaza pública al padre de Robbie que quiere verlo con la camiseta de su país?

No pues. Aquí el que debe salir a dar explicaciones es el director deportivo, Francis Cagigao.

No hay dudas de que él es el quien debe asumir los costos de esta vergonzosa y fallida nominación de Robbie Robinson.

Por años, no hemos entendido mucho por estos lados cuál es la pega, el trabajo, la labor de un director deportivo ya sea en un club o en la Selección. Pues es ésta: entregar las mejores condiciones de trabajo para el desarrollo, proyección y competividad de la institución a la cual se sirve.

Cagigao, si algo ha demostrado en el tiempo en que está en el puesto creado para él, es que carece de la expertis requerida para el cargo porque, aunque se trate de vender de otra forma, él nunca trabajó en lo que hoy es su labor.

El español-inglés se hizo conocido en el mundo del fútbol europeo como los que hoy se denomina “scouting” o veedor de jugadores. Es decir, como buscatalentos jóvenes para llevar a un club. Él hizo tal labor con acierto en Arsenal y por eso se hizo un nombre. Pero jamás estuvo a cargo de diseñar políticas generales ni menos de ser el gran negociador que requiere ser quien tiene el cargo de director deportivo.

Lo acontecido con Robinson deja en claro que él carece de ciertas condiciones y cualidades mínimas para el cargo. Él debió no solo minimizar (como lo hizo) sino que eliminar la opción de que el jugador pudiese dar un paso atrás en cualquier momento y perjudicara el trabajo de la Selección en una instancia tan importante como es una fecha de Clasificatorias.

Cagigao, en cualquier parte del primer mundo futbolístico estaría en entredicho con sus empleadores reconociendo ante ellos su equivocación y su falta de competencia. Tal como debió haber pasado cuando propuso hacer un concurso de currícula entre los entrenadores que querían ser seleccionadores de menores o cuando “se le ocurrió” que Martín Lasarte era la mejor opción de reemplazo de Reinaldo Rueda en la selección adulta (algo que hasta un youtuber adolescente pudo haber propuesto en su momento).

Y ni hablar de sus obvios y poco novedosos planteamientos en el diseño del trabajo en el fútbol joven y femenino (tener centros deportivos en el norte, centro y sur del país…).

Claro, no se trata de cortar cabezas y pedir “gestos” que sirven solo para la galería.

Pero por favor, que alguna vez alguien asuma su responsabilidad en el fútbol chileno.