El Cacique fue incluso superior a su rival en la capital peruana que en el mismo Monumental. Sin embargo, en ambos encuentros el cuadro popular cometió el error de perdonarle la vida a su adversario, desperdiciando incluso un penal que para Alianza de Lima pudo ser lapidario.
Por EDUARDO BRUNA
Lo de Colo Colo en Lima es más que una farra imperdonable. Porque no se trata de ser gratuitamente alarmistas. Este empate 1-1 frente a Alianza de Lima puede poner perfectamente en riesgo la clasificación del Cacique, sencillamente porque la lógica indica que de Buenos Aires se puede volver con las manos vacías, considerando el rival que se tendrá al frente, y en Santiago Fortaleza, como todo equipo brasileño que se precie, puede perfectamente alzarse con una victoria que echaría por tierra todo lo bueno que hasta ahora ha hecho el elenco albo.
Y es que Colo Colo fue tremendamente superior a Alianza de Lima en el lapso inicial. No sólo fue intenso y veloz, sino que llenó la cancha con un ritmo que no es propio de los cuadros nacionales. El Cacique, en esos 45 minutos iniciales, literalmente zarandeó al cuadro peruano y se fue creando una tras otra ocasiones clarísimas de gol. Porque ya antes de que abriera la cuenta Lucero, en el minuto 22, el cuadro de Gustavo Quinteros había desperdiciado dos oportunidades netas para haber abierto tempranamente el marcador.
Pero no es primera vez que este Colo Colo, generoso en juego, despliegue y velocidad, le perdona la vida a un rival que, como el boxeador a punto del nocaut, camina en los talones. Digamos que aparte del penal desperdiciado por el mismo Lucero, el Cacique dejó ir dos o tres oportunidades más de haber estirado la cuenta y concretar, con ello, un marcador tan lapidario como tranquilizador. Una película demasiado repetida. Tanto, que cuando terminó el primer tiempo fue inevitable no avizorar negros presagios. Se podía comprobar, una vez más, que en el fútbol los pecados se pagan, y casi siempre dolorosamente.
Apenas había comenzado el segundo tiempo, el reloj aún no marcaba el minuto y Colo Colo empezó a lamentar temprano su descomunal error de no haber sabido liquidar el partido. Barcos le metió una pelota al veterano Aguirre que, aprovechando la sorpresa de Falcón y Amor, que al parecer nunca esperaron ese balonazo, para filtrarse entre ambos y meter el zurdazo que batió por completo a un Cortés que, seguramente, esperó la lógica, esto es, el remate cruzado. Pero no: Aguirre la puso junto al primer palo.
Entonces, el partido tuvo un notorio giro. No digamos de 180 grados, porque en fundamentos y en fútbol Colo Colo mostraba más recursos. Sólo que al frente ya no tenía un rival al borde del nocaut. Todo lo contrario: Alianza de Lima se envalentonó, su técnico Carlos Bustos realizó modificaciones que a su equipo le dieron un nuevo aire y la defensa alba comenzó a tener problemas que durante la primera etapa jamás había experimentado, excepto ante un cabezazo del propio Aguirre que fue atajado en gran forma por Cortés.
Difícil es, además, digerir un golpe sicológico como el que recibió Colo Colo. No sólo se nubla el buen juicio y las decisiones son ya muchos más incorrectas, sino que la misma ansiedad hace que la fluidez y la precisión no sean las mismas. Futbolística y anímicamente, el Cacique ya no era el cuadro cuyo fútbol arrollador de la primera etapa hacía sentirse hasta orgulloso de ver jugar de esa forma a un cuadro chileno. Para graficarlo mejor, ese Colo Colo es lo más parecido que hemos visto a esa Roja que hizo parar las antenas al mundo por su juego, su increíble despliegue, y esa solidaridad de todos para transformar a ese cuadro en una jauría hambrienta de triunfos y de éxito. Los recordados y añorados “Perros salvajes” vestidos de rojo tenían un digno simil con este cuadro albo.
Imposible es, también, mantener durante los 90 minutos el ritmo que impuso el Cacique en el Nacional limeño. La propia “Naranja Mecánica” holandesa te ahogaba y mataba al rival con 20 o 25 minutos de una presión infernal, con la diferencia no menor de que ese inolvidable equipo holandés invariablemente traducía en el arco rival la superioridad aplastante que había impuesto.
Eso, guardando por supuesto las distancias, no lo tiene Colo Colo. Te supera y te desconcierta, pero carece de la correspondiente capacidad goleadora que traduzca en el marcador esa superioridad evidente.
Lo cierto es que, increíblemente, al final el partido pudo ganarlo cualquiera. Aunque en menor cantidad que en el primer tiempo, Colo Colo igual se procuró un par de oportunidades clarísimas para desnivelar. Pero Alianza de Lima, respaldado anímicamente por un empate que se había encontrado en un trapito, se jugó su opción con todo y también llevó dos o tres zozobras al arco de Cortés. En una salvó Falcón y en la otra el gol peruano lo impidió sólo el oportuno cierre de Opazo, que apagó el incendio mandándola desesperadamente al córner.
Por todo lo descrito, reafirmamos que la farra alba en Lima resulta imperdonable. Cuando se perdona la vida al rival de esta forma, suele lamentarse al final, como se lamentó esta vez. Lo único que resta es no tener que lamentar estos dos puntos mandados literalmente a la basura luego de enfrentar a Fortaleza en el Monumental.
PORMENORES
Partido de Copa Libertadores correspondiente al Grupo F. Cuarta fecha.
Estadio: Nacional de Lima.
Público: 38 mil espectadores, aproximadamente.
Arbitro: Nicolás Gallo, de Colombia.
ALIANZA DE LIMA (1): Campos; Vilchez, Ramos, Míguez, Rojas, Ballón, Benítez (65’ Rodríguez), Concha (65’ Cornejo), Lavandeira; Barcos, Aguirre (75’ Leyton).
COLO COLO (1): Cortés; Opazo, Falcón, Amor, Suazo; Gil, Fuentes (75’ Bolados), Pavez; Solari (83’ Zavala), Lucero y Costa.
GOLES: Para Alianza de Lima, Aguirre a los 46’; para Colo Colo, Lucero a los 22’.
Tarjetas amarillas: En Alianza, Vilchez, Ramos, Cornejo, Lavandeira y Barcos; en Colo Colo, Opazo, Falcón y Pavez.
INCIDENCIA: Lucero desperdició un penal a los 26’.
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