22 de noviembre 2024

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De la mano de Luka Modric, quien se despidió de los mundiales, el conjunto balcánico se impuso al sorprendente Marruecos y se quedó con el tercer puesto de Qatar 2022.

Por SERGIO GILBERT

Los mitos se suceden en las mundiales. Unos aseguran, sin base ninguna, por ejemplo, que el “verdadero” torneo se empieza a disputar recién a partir de las etapas directas de eliminación (octavos o cuartos, según sea el que lleve adelante esta idea) cuando hay material de sobra en la historia para sentenciar que ya en la fase de grupos hay plena competitividad.
Otro mito es que el partido por el tercer lugar, es el que “a nadie le importa”. Que pareciera ser una maldición para quien lo juegue puesto que es el encuentro de dos derrotados en las semifinales, es decir, de dos que no llegaron hasta el partido para dirimir el título. De acuerdo a esa visión obtusa, dos fracasados.

Una falacia. En la historia de los mundiales, hay claras evidencias que este partido no es una carga, sino que un honor. Chile bien lo sabe y por eso aún celebra como gesta el tercer lugar obtenido en 1962. Y también lo sabían Croacia y Marruecos que enfrentaron este encuentro en Qatar 2022 como lo que era: una definición deportiva atractiva de ganar.
Finalmente fueron los balcánicos los que se quedaron con el tercer puesto al imponerse a los africanos -los sorprendentes africanos- por 2-1 con anotaciones de Gvardiol (7’) y Orsic (42’) y descuento de Dari (9’).

El encuentro, más allá de la importancia que tenía para definir el tercer y cuarto puesto mundialista, mostraba también otro elemento que lo hacía atrayente: fue la despedida de los mundiales del gran volante croata Luka Modric, capitán y verdadero gestor del fútbol de su selección. Un líder indiscutible quien quedará en la historia del fútbol de su país al guiar a Croacia dos veces consecutivas al podio mundialero: en Rusia 2018 (segundo) y ahora en Qatar 2022 (tercero).

Un lujo que Modric haya desplegado su talento al mundo tal como lo hace semanalmente en su club, el Real Madrid.

¿Fue Modric factor importante en el partido ante los marroquíes?

No hay duda. Con una disposición táctica ofensiva y arriesgada (Pericic, el extremo, fue el lateral izquierdo y por momentos hubo cinco jugadores croatas en los últimos metros de la zona rival) Modric se tuvo que retrasar para sumarse a sus dos zagueros centrales no solo para evitar los contraataques de Boufal o En Nesery sino que para idear el plan de ataque de su equipo.

Si Croacia nunca se vio apremiado fue, en parte, porque Modric tuvo la capacidad de ordenar a su equipo tanto en la recuperación de la pelota como en la construcción de jugadas.

Pero claro, eso por sí solo no explica la victoria croata.

Marruecos, con bajas en su equipo y demostrando los efectos del desgaste físico sufrido en el Mundial, tuvo pocas herramientas para desarmar el tramado croata.

Solo cuando Amrabath lograba poner un pelotazo de distancia o cuando Hakimi podía conectarse con los volantes para ensanchar la cancha, Marruecos provocó alguna inquietud en los croatas.

Poco para desarmar el esquema de los europeos. Insuficiente para ganar el partido y quedarse con ese “premio de consuelo” que los croatas terminaron celebrando como se debe.