25 de abril 2024

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  • Antes del 2016, durante 30 años, la Católica desarmaba rápidamente a sus planteles campeones. En los mejores casos, los aguantaba un semestre, para competir en Copa Libertadores y, tras aquella vitrina, se desprendía de sus máximas figuras y de sus jóvenes promesas para tardarse, en promedio, cinco años en volver a armar un plantel ganador. ¿Qué entendieron en Cruzados?

Por RODRIGO HERNÁNDEZ de El Ágora


Universidad Católica pasó de ganar seis títulos en tres décadas (en el período comprendido entre 1985 y 2015), a bajar cinco estrellas en cinco temporadas (2016 a 2020). La dirigencia, gerencia general y deportiva del club entendieron todo, y se convirtieron en un modelo a seguir en el fútbol de recursos económicos más limitados, con posibilidades de guapearle a equipos con otras realidades financieras y/o de ligas más competitivas -el 2020 le ganó a Gremio, Internacional de Porto Alegre y a Vélez en Argentina-, aunque de momento el medio futbolístico no lo aprecie en su real dimensión y ninguna otra institución en Chile esté preparada para imitar el ejemplo.

Antes del 2016, durante 30 años, la Católica desarmaba rápidamente a sus planteles campeones. En los mejores casos, los aguantaba un semestre, para competir en Copa Libertadores y, tras aquella vitrina, se desprendía de sus máximas figuras y de sus jóvenes promesas para tardarse, en promedio, cinco años en volver a armar un plantel ganador. ¿Qué entendieron en Cruzados?…

Que una gestión exitosa, institucionalmente, depende de los éxitos en cancha. Que para tener casi diez mil abonados y un amplio registro de socios, se requiere fidelizar y generar identidad de la gente con el club, a nivel marketing, comunicaciones, y a través de los jugadores que defienden la camiseta. Que la ropa sucia se lava en casa, y que en el camino virtuoso ha sido vital el respeto a los últimos ídolos, permitiéndoles retirarse de manera digna e invitándolos a quedarse trabajando en diversas áreas del proyecto, como así también en la admiración por los referentes más antiguos, bautizando tribunas y otros sectores del complejo deportivo con sus nombres.

Que se puede participar con los hinchas en los desafíos, desde que se les invitó a sacar piedras de sector de estacionamientos para poder por fin jugar los clásicos en San Carlos de Apoquindo, hasta sus redes sociales activas y la información actualizada y oportuna: remodelación del estadio; renovaciones de futbolistas; devolución del pago de abonos por pandemia, que muchos hinchas se negaron a recibir por sentirse orgullosos de su club. Y sobre todo, que se debe conservar la estructura general de los equipos campeones, afiatándolos y generando así adhesión en los hinchas con los futbolistas que los representan.

Diego Buonanotte y el Chapa Fuenzalida, dos ídolos históricos activos, han permanecido desde 2016, además de Germán Lanaro, un importante referente, y la base que logró el Tricampeonato es aún mayor, ya que se suman con alto protagonismo, en cada una de las tres temporadas, Dituro, Aued, Saavedra y Rebolledo. Los dos últimos partirán quizá pronto a otras ligas, pero ya consolidados y exitosos, revirtiendo uno de los grandes vicios del fútbol chileno: la mala administración de la madurez y los ciclos de sus jugadores jóvenes. Otras promisorias figuras de La Franja como Tapia, Núñez, Montes y Aravena, seguramente se reflejarán en sus compañeros tres o cuatro años mayores, comprendiendo que lo más conveniente es quemar las respectivas etapas con responsabilidad y paciencia, enfocados en responderle en la cancha a la institución que los formó, durante el tiempo que sea prudente.

Desde que Cruzados comenzó su gestión, el primer equipo ha jugado prácticamente todos los partidos con entre cuatro y siete jugadores formados en sus divisiones inferiores, demostrando que no hay mejor metodología para reforzarse que potenciar el trabajo en las fuerzas básicas. Además, la cantera ha destacado particularmente por producir defensas centrales altos, todos de proyección internacional y nada torpes con la pelota, más allá de la apariencia tosca de algunos: Roco, Maripán, Sierralta, Kuscevic, Salomón. Un tipo de jugador exportable y del que de pasada se beneficia la Selección.

Con toda esta gran base, se hace atractivo para cualquier director técnico tomar las riendas del primer equipo de la Católica, en un lugar en el que se trabaja a gusto y donde es posible conseguir objetivos. Y aunque no sea el punto de partida ideal para los propósitos del año que ya comenzó, la partida de Ariel Holan le abre a la UC una posibilidad única, preciosa e inédita en la década que comienza: pelear un tetracampeonato con cuatro entrenadores distintos, intentando conseguirlo no sólo como equipo, sino como institución.

¿Por qué, si todo esto parece de sentido común, es tan difícil de replicar para sus rivales? Porque para llevarlo a cabo se necesita algo que no abunda por estos días: honestidad, profesionalismo y amor del bueno por los colores. Noble ambición.