- Se culpa a los dirigentes y a los técnicos, pero la responsabilidad mayor recae en los jugadores. La remodelación del plantel se hizo muy mal, partiendo por la despedida de Walter Montillo, y no se podía esperar que los juveniles salvaran la plata. A Dudamel lo echaron por malo y fue campeón de inmediato en otro equipo.
Por Julio Salviat
Cuando estaban fresquitos los abrazos de Año Nuevo y Universidad de Chile no sabía si iba a descender o a clasificarse para la Copa Libertadores, el equipo dirigido por Rafael Dudamel tuvo un largo y alborozado festejo después de ganar 2-0 a Universidad de Concepción cuando se estaba disputando la 26ª fecha del Campeonato PlanVital del 2020.
2021 se les presentaba promisorio, ese 3 de enero, a los azules: Walter Montillo lucía su clase, Ángelo Henríquez mostraba síntomas de recuperación, y por fin había mostrado algunos méritos el desconocido colombiano Reinaldo Lenis, autor de los goles en ese encuentro.
Todo parecía ir sobre ruedas, porque las fechas finales fueron muy positivas para los seguidores del Chuncho y el equipo terminó inesperadamente tercero en la tabla final, escoltando a Universidad Católica y Unión La Calera. De acuerdo a lo visto, 2021 podía ser el año del despegue.
Y ya se sabe cómo terminó la U: con el corazón en la boca, salvándose del descenso que parecía irremediable a diez minutos del final del campeonato y con todos culpándose unos a otros.
¿Qué pasó para que eso que estaba tan claro terminara siendo tan oscuro?
En cuatro palabras: culpa de la remodelación.
Quisieron renovar, y lo echaron todo a perder. Se esperaba mucho de Jonathan Andía, el mejor lateral derecho del campeonato anterior, y no le llegó a los talones a Matías Rodríguez, el despedido; el ex calerano estuvo ausente algunas fechas, por lesión, y Augusto Barrios lo hizo peor. Acertaron con la contratación del central uruguayo Ramón Arias, pero todos sus acompañantes (Luis Casanova, Diego Carrasco, Luis Del Pino Mago, Osvaldo González) fueron un desastre. Dejaron ir a Jean Beausejour, y el juvenil Marcelo Morales quedó entre las revelaciones, pero sin hacer olvidar a su antecesor.
Ninguno de los tres entrenadores que dirigieron a la U dio con un mediocampo eficiente y estable. Ahí navegaron, y casi siempre se hundieron, Gonzalo Espinoza, Camilo Moya, Mario Sandoval, Brandon Cortés, Nahuel Luján. De ese grupo sólo se salva Sebastián Galani, el único que sabía para qué estaba en la cancha, y al que curiosamente habían despedido y alguien les hizo ver que era mejor contar con él.
Ninguno de los tres que destacaron en ese primer partido del año quedaron en el plantel. Montillo se despidió llorando en la cancha. Henríquez fue un poco más duro y se fue tranquilo, y del colombiano nunca más se supo. Al argentino lo reemplazaron con Marcelo Cañete, de buena campaña en Cobresal y una sombra con la camiseta azul. Para suplir a Henríquez confiaron en Pablo Aránguiz, otro que no supo qué hacer para salvar al equipo o al menos salvarse él. Y para la punta derecha, se turnaron como reemplazantes de Lenis los juveniles Franco Lobos y Simón Contreras, que mostraron buen futuro, pero que debieron dar paso a jugadores con mayor experiencia como Thomas Rodríguez, otro desastre, y a última hora Junior Fernandes, que se salvó de la nota roja por el gol que evitó el descenso de su equipo.
Joaquín Larrivery siguió haciendo goles… hasta que la directiva se negó a un pronunciamiento sobre su prolongación de contrato. Desde el momento que se puso en duda su continuidad, se acabaron los festejos. Y ahora trajeron a Ronnie Fernández, muy parecido en el físico con el artillero argentino, pero que hace un gol cada cuatro partidos.
Se equivocaron todos. Pero en las escala de las responsabilidades están los jugadores, después los entrenadores y al último los dirigentes.
La renovación empezó esta vez por la cabeza. Llega a hacerse cargo del plantel un entrenador colombiano, Santiago Escobar, que muestra éxitos en su país (dos veces campeón con Atlético Nacional de Medellín), en Venezuela (Estudiantes de Mérida) y en Bolivia (Bolívar).
Dicen que le gusta el juego asociado, pero eso solamente se logra con buenos jugadores. Y la U no tiene muchos. Hernán Caputto, Rafel Dudamel, Esteban Valencia y Cristián Romero predicaban lo mismo, y no consiguieron nada. La mejor demostración la dio Dudamel: lo echaron por malo y fue campeón de inmediato con el Deportivo Cali, en Colombia. ¿Qué diferencia hay entre el errático entrenador de acá y el certero técnico de allá?: Ninguna. Lo único que cambió fue el grupo de jugadores que estuvieron a su cargo en una y otra parte.
De aquí en adelante, todo dependerá de la formación de un plantel equilibrado en el juego, con adecuada mezcla de experiencia y juventud, más una mística renovada. Y para complementarlo, un caudillo positivo que por ahora no asoma por ninguna parte. La cirugía mayor, en todo caso, parece inevitable en los dos estamentos que faltan.
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