- Después de casi un año sin abrazarse en las Clasificatorias, la Selección abrió un hoyito por el que puede mirar hacia Qatar. Ben Brereton y Mauricio Isla fueron los héroes en el 2-0 sobre Paraguay.
Por Julio Salviat
Desde el 13 de noviembre del año pasado, cuando venció 2-0 a Perú, la selección chilena de fútbol solo había sumado lamentos en las Clasificatorias para el Mundial de Qatar. Alternando actuaciones decentes y decepcionantes, La Roja comenzó a alejarse de los lugares que sirven, y antes de enfrentar a Paraguay ya compartía el último lugar con Venezuela.
Era, por lo tanto, partido de vida o muerte: o seguía en la lucha o se despedía. Las victorias de Bolivia sobre Perú y de Venezuela sobre Ecuador, fueron como cuchillos de doble filo: por un lado impedían que los rivales directos de Chile se escaparan; por el otro, podían condenarlo definitivamente.
Hacía ocho años que Chile no le ganaba a Paraguay. Los guaraníes siempre le hicieron goles de cabeza a La Roja. Alguna vez nos golearon en el mismísimo Estadio Nacional. Todo eso frente a escuadras chilenas bastante más poderosas que la de ahora. Algo pasó, entonces, para que la maldición se acabara, por lo menos en el duelo de estas dos selecciones.
El viaje a Qatar sigue siendo misión imposible. Para decirlo en terminología de moda, la Selección sigue entubada y en grave peligro. Lo bueno es que todavía se opaca el espejo si se lo acercan a la boca. Respira. Con el 2-0 el Mundial próximo ya no está fuera de la vista porque se abrió un hoyito por el que puede mirar hacia la sede de la gran justa futbolística.
¿Cómo lo consiguió? Con muchos de los defectos que venía mostrando desde que asumió Martín Lasarte, pero con algunas virtudes que no mostraba desde que se fue Jorge Sampaoli. En lo negativo, siguió dando muestras -sobre todo en el primer tiempo- de fragilidad en la disputa del balón, de inconsistencias técnicas en el control y en la entrega, de carencia de un juego definido. En lo positivo -especialmente en la segunda fracción- se vio más ordenada, ejerció mayor presión en campo ajeno y tuvo un bloque defensivo tan eficiente que los paraguayos terminaron el partido sin haber disparado ni una sola vez arco de Claudio Bravo.
Por fin el entrenador le dio a Alexis Sánchez la ubicación en la que mejor se siente y más produce. Se acabó el papel de conductor, de centrodelantero o de enganche. Lo puso de puntero derecho, sin obligaciones mayores, y el veterano maravilla por fin tuvo a alguien con quien entenderse. La sociedad que formó con Mauricio Isla resultó determinante para la victoria. Rememoraron momentos gloriosos con sus maniobras y sus paredes y cumplieron papeles protagónicos en los dos goles.
Se sintió también la innegable y decisiva influencia de Arturo Vidal. Contagió con su espíritu de lucha, y esta vez estuvo más ordenado de lo que acostumbra. Criterioso en la entrega, luchador como siempre, logró muy buena complementación con Charles Aránguiz y Erick Pulgar.
Otro elemento decisivo fue Ben Brereton. Ya en el primer tiempo había protagonizado jugadas que debieron terminar con mejor destino, como una volea que resultó apenas elevada segundos antes del descanso. Después abrió el camino con un gol muy propio de sus características: recibió en el área y remató sin dilaciones.
La apertura de la cuenta se produjo cuando ya se estaba silenciando el apoyo en San Carlos de Apoquindo. El partido fue siempre muy friccionado y ya parecía que La Roja estaba en camino de otra frustración. El persistente dominio de la primera etapa había entregado escasos frutos: el señalado remate de Brereton y dos atajadas soberbias del arquero paraguayo Anthony Silva; una para evitar un autogol de Romero y otra para sacar a un costado un violento cabezazo de Paulo Díaz.
La conquista del gringo-chileno nació de una pelota ganada en territorio ajeno por Guillermo Maripán, que hizo la maniobra simple: entregó el balón al que estaba más cerca. Para suerte del equipo chileno el receptor, Alexis Sánchez, también hizo lo justo: habilitó a Isla. Y el lateral vio el espacio que buscaba Brereton y para allá envió el balón. Lo demás ya se conoce: control orientado y remate potentísimo al primer palo.
Cuatro minutos después, la euforia era total y en el medio del racimo de las felicitaciones estaba Isla. El gestor ahora fue Vidal, siguió en Alexis y culminó con un esquive y un zurdazo rasante del lateral derecho.
Alguna inquietud causó la expulsión de Aránguiz, pero no hubo zozobras para el arco chileno. Alguna preocupación causó Vidal con frecuentes entreveros en que perfectamente pudo ser amonestado y hasta expulsado como cuando le tiró un pelotazo a un rival que estaba caído. Pero nada varió, aunque en los minutos finales Sánchez y Vidal quedaron en posición de gol, sin concretarlo.
Ahora viene Venezuela y una victoria permitiría ponerse en situación de mayores expectativas. Para seguir con la relación figurada, el triunfo le permitiría respirar un poquito. No es mucho lo que avanzaría, pero no seguiría detenido, que es lo peor que puede pasarle.
PORMENORES
CANCHA: Estadio San Carlos de Apoquindo.
ÁRBITRO: Néstor Pitana, de Argentina.
CHILE (2): Claudio Bravo; Mauricio Isla, Guillermo Marián, Paulo Díaz (43’, Enzo Roco), Sebastián Vegas; Arturo Vidal, Guillermo Pulgar, Charles Aránguiz; Alexis Sánchez (90+2’, Marcelino Núñez), Luis Jiménez (62’, Jean Meneses) y Ben Brereton. DT: Martín Lasarte.
PARAGUAY (0): Anthony Silva; Robert Rojas (76’, Juan Escobar), Gustavo Gómez, Omar Alderete, Santiago Arzamendia; Ángel Cardozo, Ángel Romero (78’, Óscar Cardozo), Jorge Morel (78’, Cristian Sánchez), Miguel Almirón, Arsenio Pérez (76’, Romero Gamarra), y Derlis González (65’, Antonio Sanabria). DT: Eduardo Berizzo.
GOLES: (67’, Brereton (CH); 71, Isla (CH).
AMONESTADOS: Aránguiz y Jiménes (CH); Pérez y Alderete (P).
EXPULSADOS: 73’, Aránguiz; 88’, Alderete, ambos por doble amonestación.
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