Con su derrota como local ante Curicó Unido, los azules rompieron una racha de 461 minutos sin hacer goles, pero aumentaron a ocho la cantidad de partidos sin ganar y –lo más importante- quedaron en zona de peligro. Su segundo descenso ya no se puede descartar.
Por JULIO SALVIAT / Foto AGENCIA UNO
Los más civilizados se quedaron de pie en la tribuna cantando sus penas con el alma acongojada y la voz trémula. Los del lumpen –más de cien- se descolgaron hacia la cancha a increpar a los jugadores. Le querían pegar, sobre todo, a Thomas Rodríguez, sin pensar que el hijo del ídolo no tiene la culpa de que lo pongan en el equipo. Y si fuera por mal desempeño, habrían tenido que agredir a varios más.
La U se encamina al despeñadero alentada hasta morir por su fiel hinchada, pero sin que nadie pueda ponerle flechas de señalización para que cambie el rumbo. Era un equipo malo bajo la conducción de Rafael Dudamel, sigue siendo malo con la mano técnica de Esteban Valencia y seguirá siendo malo mientras no cambie radicalmente la conformación de su plantel.
Ya que lo mencionamos, en cualquier liga hay futbolistas mejores que Thomas Rodríguez. Y son muchos los que nada tienen que envidiarles a Augusto Berrios, Osvaldo González, Luis Casanova, Gonzalo Espinoza, e incluso el Pablo Aránguiz y el Marcelo Cañete de la actualidad. Medio equipo con jugadores sin jerarquía, más propensos a los errores que a los aciertos.
Se ha hecho rutinario que los rechazos de los defensores vayan en dirección recta hacia los rivales. Esta vez, en el primer tiempo, algo mejoraron en ese aspecto, pero sigue siendo un factor que repercute en el rendimiento sin que el entrenador tenga alguna culpa.
Tampoco depende del técnico la fragilidad que muestran Aránguiz y Cañete cuando tienen que disputar un balón, las entregas imperfectas de sus centrales, los centros desmedidos de los laterales para el pobre Joaquín Larrivey cuando llegan al fondo.
¿Sabrán los jugadores de la U que existen las sociedades en el fútbol? Tal vez ahí faltan dones al entrenador. Son casi risibles las maniobras que intentaban Barrios y Franco Lobos: nunca se entendieron. Si el delantero picaba, el lateral se la daba corta; si se quedaba a recibir, el pase era al espacio; si había que devolver una pared, la pelota nunca pasaba. Y, lo peor, nunca llegaba el volante del sector a colaborar con la jugada. Al otro lado, lo mismo. Sólo hay que cambiar los nombres.
Todo eso quedó patente en el partido que la U disputó con Curicó Unido en Rancagua. En el primer tiempo, el equipo de Valencia tomó el control, remató ocho veces al arco y le achuntó en una (tiro libre de Aránguiz manoteado casi milagrosamente por el arquero Fabián Cerda poco antes de que el árbitro los mandara a descansar) y no hubo zozobras para Fernando De Paul, su desocupado guardián.
La U conocía la importancia de romper una racha de siete partidos sin ganar, con un desolador balance de un punto conseguido en la disputa de 21. La racha adversa se complementaba con cuatro partidos sin convertir un gol. Y, reflejado eso en la tabla, no podían permitirse más licencias, porque su adversario podía ponerse cerca y alcanzarla cuando deba jugar el Clásico Universitario en San Carlos de Apoquindo.
Por eso fue tan celebrado el gol de Joaquín Larrivey, que empalmó de volea un buen centro de Lobos, que a la vez había sido habilitado magistralmente por Mario Sandoval. Se acababa la sequía goleadora que duró 461 minutos, y podía quebrarse la racha de encuentros perdidos. Cinco minutos les duró la ilusión a los azules: en su tercera llegada a las cercanías de De Paul, Yerko Leiva finiquitó con un derechazo rasante un centro de Yerson Opazo. Y un cuarto de hora después, a los 75’, se silenció por un rato el estadio El Teniente cuando un córner servido por el propio Leiva encontró a los defensores de la U absolutamente desorganizados y dos jugadores visitantes quedaron libres para finiquitar. Lo hizo Felipe Fritz con recio cabezazo.
A esas alturas, el entrenador curicano puede haber pensado cómo habría sido de tranquilo el partido para ellos si hubiese jugado en el primer tiempo con el desparpajo que lo hizo desde que quedó en desventaja. Durante el segundo lapso, Curicó Unido mostró sobrados méritos para quedarse con la victoria.
Si algo caracteriza a los universitarios laicos es su amor propio. Sus jugadores trataron, pero no pudieron. Y ahí hay otro aspecto para considerar: el equipo no está bien trabajado físicamente. Ha sido notorio su decaimiento en los minutos finales. Desde que ganó a Unión Española hace dos meses y medio, le han hecho diez goles después de los 50’. Y como mentalmente tampoco hay mucha fortaleza, los desastres son inevitables aunque su barra siga cantando.
PORMENORES
CANCHA: Estadio El Teniente, de Rancagua.
PÚBLICO: 4.477 espectadores.
ÁRBITRO: Francisco Gilabert.
U. DE CHILE (1); Fernando De Paul: Augusto Berríos, Osvaldo González, Luis Casanova, Marcelo Morales; Mario Sandoval (90’, Camilo Moya), Sebastián Galani, Marcelo Cañete (69’, Gonzalo Espinoza); Franco Lobos (76’, Thomas Rodríguez), Joaquín Larrivey y Pablo Aránguiz (76’, José Gatica). DT: Esteban Valencia.
CURICÓ UNIDO (2): Fabián Cerda; Yerson Opazo, Leonel Galeano, Matías Ormazábal, Ronald De la Fuente; Agustín Nadruz, Felipe Ortiz (59, Heber García), Adrián Sánchez (46’, Diego Urzúa), Felipe Barrientos (46’, Yerko Leiva), Felipe Fritz (85’, Jordan Barroilhet); y Leandro Benegas (59’, Gabriel Harding). DT: Damián Muñoz.
GOLES: 56’, Larrivey (U); 61’, Leiva (CU); 75’, Fritz, cabezazo (CU).
AMONESTADOS: Lobos, Casanova y Morales (U).
EXPULSADOS: No hubo.
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