Al vencer 2-1 a Australia, el conjunto albiceleste se instaló en los cuartos de final en un partido que pudo resultarle fácil y terminó siendo angustioso. Messi y Álvarez fueron los felicitados. Países Bajos es su próximo escollo.
Por JULIO SALVIAT / Foto: FIFA
Nunca había convertido goles en las fases finales de una Copa del Mundo. Y el asunto le pesaba como tantos otros. Casi, como la de no haber tenido nunca el ambicionado trofeo en sus manos.
La maldición que pesaba sobre Lionel Messi se acabó a los 35’ del partido con Australia por los octavos de final en la cita máxima de Qatar. Australia había perdido sus escasas ocasiones de inquietar al arquero Emiliano Martínez por no tener un buen ejecutante de tiros libres o lanzamientos de esquina. Argentina tenía uno: el propio Messi. Al servir uno desde el costado derecho, provocó el despeje imperfecto de la defensa amarilla y ahí se gestó la combinación de Enzo Fernández con Julián Álvarez, y el toque de este último le sirvió al 10 argentino para acomodar la pelota para su zurda y sacar el acostumbrado disparo rasante que se cuela junto al vertical derecho del arco rival.
Con ese gol, Argentina despejó la incógnita. Australia le presentaba las dificultades previsibles al amontonar gente en su zona, pero no lograba inquietar en sus escasos contraataques. Lo importante para la Albiceleste era meter el primer gol. Y ahí lo tenía.
Nada cambió hasta el descanso. Argentina tenía la pelota sin profundizar y Australia rechazaba evitándole trabajo a su arquero.
Las palpitaciones crecieron recién en el segundo tiempo cuando una mala entrega de Nicolás Otamendi, a los 52’, obligó a un angustioso despeje del arquero Emiliano Martínez cuando era atosigado por Duke Mitchell. Y aumentaron cinco minutos después cuando el acoso de Rodrigo de Paul al arquero Matthew Ryan sí sirvió para que Julián Álvarez lo aprovechara para aumentar la cuenta. El ariete central argentino, que ya había convertido frente a Polonia, se convirtió en el sexto jugador de su país en anotar goles en sus primeros dos partidos oficiales como seleccionado, algo que no ocurría desde los tiempos de Hernán Crespo.
“Coser y cantar”, pensaron los argentinos con el 2-0. Pero no fue tan así. El entrenador de los australianos, Graham Arnold, sacó a los ineficientes y puso a los empeñosos. No mejoró mucho Australia, pero tuvo suerte: en su primer remate al arco, ejecutado por Craig Woodwin a los 77’, la pelota dio en la espalda del volante Enzo Fernández y el balón se alejó del arquero argentino para meterse en el palo opuesto.
Temblaron los trasandinos tres minutos después: una patriada del lateral izquierdo Aziz Behich casi culmina con el empate. Pero hasta ahí llegó el impulso australiano. Se activó Messi, que estaba escondido desde hacía rato, y abundaron las ocasiones para ampliar las cifras. Lautaro Martínez desperdició un par de ocasiones preciosas, Messi elevó desde donde normalmente convierte y después desvió al empalmar un rebote con el arquero caído. No merecía angustias Argentina después de tanta superioridad, pero las tuvo. Segundos antes del pitazo final, Garng Kuol enfrentó sin obstáculos al arquero y no pudo contra el achique del portero.
No quedaba más y todas las miradas quedaron puestas en Países Bajos, el rival con el que dirimirá el paso a semifinales el viernes 9.
LAS CLAVES DEL TRIUNFO
Era esperable el triunfo y la consiguiente clasificación de Argentina por factores muy conocidos. Estos son los principales.
Calidad individual: los trasandinos tienen valores que se desempeñan en los mejores equipos del mundo, fundamentalmente por su calidad técnica. En contraste, ningún jugador australiano queda mencionado en equipos ideales. Por si fuera poco, Argentina cuenta con Lionel Messi, que desea despedirse de los mundiales con una actuación a tono con su brillante carrera.
Visión de juego: es fácil trasladar la pelota en el sector defensivo, sobre todo si el rival no presiona adecuadamente. Argentina prefirió esperar, después del primer gol, y los zagueros amarillos se deleitaron pasándose la pelota. El arquero al lateral, el lateral al central, el central al arquero… y así. Eso lo hace cualquiera. El problema es de ahí en adelante. Argentina supo siempre cómo avanzar. Australia no aprendió nunca.
La historia pesa: aunque alguna vez se acaba las rachas, los antecedentes también juegan en este tipo de torneo. Argentina ha ganado la Copa del Mundo y la ha rozado en varias ocasiones. Australia luchaba por llegar por vez primera a los cuartos de final. Entre ellos también el balance es muy desigual: hasta este encuentro los trasandinos habían ganado 5 de los 7 partidos disputados. Los oceánicos habían conseguido una victoria y un empate.
PORMENORES
Copa del Mundo, octavos de final.
Estadio: Ahmad bin Ali Stadium, Doha.
Público: 45.032 espectadores.
Árbitro: Symon Marciniak (Polonia).
Argentina (2): E. Martínez; N. Molina, C. Romero, N. Otamendi, M. Acuña: R. De Paul, E. Fernández, L. Messi, A. Mac Allister; A. Gómez y J. Álvarez. DT: Lionel Scaloni. Cambios: 72’, L. Martínez por Gómez y N. Tagliafico por Acuña; 80’, E. Palacios por Molina y G. Montiel por Mac Allister.
Australia (1): M. Ryan; M. Degenek, H. Souttar, Kie Rowles, A. Behich: M. Leckiem, Aaron Mooy, J. Irvine, K. Baccus; R. McGree y M. Duke. DT: Graham Arnold. Cambios: 58’, C. Goodwin por McGree; 72’, J. MacLaren por Duke; 73’, F. Karacic por Leckie y G. Kuol Degenek.
Goles: 35’, Lionel Messi (ARG); 57’, Julián Álvarez (ARG); 80’, Enzo Fernández, autogol (AUS).
Tarjetas amarillas: Irvine y Degenek (AUS).
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