22 de noviembre 2024

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En la más infartante final en la historia de los Mundiales, la Albiceleste debió ir a una definición por penales para doblegar a Francia después de igualar 2-2 en los 90’ reglamentarios y quedar 3-3 en el alargue. La tripleta de Mbappé y el doblete de Messi le pusieron la guinda a la sabrosa torta futbolística.

Por JULIO SALVIAT / Fotos: FIFA

Poquita fe le tenían los argentinos a Gonzalo Montiel. Cuando el lateral de la selección argentina caminaba con paso lento hacia el punto penal, los hinchas trasandinos se tapaban la cara y rezaban. No hubo mucha ceremonia: el defensor del Sevilla depositó la pelota en el redondel blanco, retrocedió tres pasos, miró hacia el frente, corrió hacia el balón y lo cruzó con violencia.

Ese gol, convertido de manera tan tranquila y eficiente, le dio el tercer título mundial a Argentina y dejó a su país con una felicidad que no experimentaba desde hace 36 años, cuando Maradona y su tropa brillaron en México 86.

Ahora fueron Lionel Messi y sus súbditos los que consiguieron la hazaña de poner a la Albiceleste en el olimpo de los tricampeones, a un escalón de Italia y Alemania y a dos de Brasil, que encabeza la lista.

Y lo hicieron cuando todo parecía nublado en su horizonte después de tres cuartos de partido sensacionales y de un alargue que les fue favorable en el juego y en el marcador. Dos a cero estuvo Argentina hasta los 80 minutos de juego, y en cosa de segundos Kylian Mbappé se acordó de quién es y logró la igualdad. En el alargue, los trasandinos nuevamente se pusieron en ventaja y faltando muy poco logró Francia la igualdad. Y en los penales, los albicelestes fueron ciento por ciento certeros, mientras los galos fallaban la mitad.

Fueron tantos los vuelcos del partido y tanto el suspenso, que habrá que catalogarla como la mejor final en la historia de los mundiales. Entre otras cosas, definió el particular campeonato de Messi y Mbappe por el título de goleador. La tripleta del francés lo encumbró a la cima y le sirvió como un mínimo consuelo para tanta pena.

EL PASEO Y LA REACCIÓN

Cuando Lionel Messi cruzó su disparo rasante y dejó al arquero Hugo Lloris estirado hacia el lado contrario, Argentina había hecho todos los méritos para abrir la cuenta y Francia estaba absolutamente al debe en su rendimiento.

Hasta ese instante, minuto 22 de juego, las diferencias eran ostensibles en todos los sectores, con un detalle revelador: Kylian Mbappé, el jugador más decisivo del equipo galo, recién había tocado la pelota a los 13’, y Olivier Giroud, su peligroso centrodelantero, lo había hecho a los 19’.

Cuando Ángel Di María culminó a los 36’ una de las mejores jugadas del campeonato por la velocidad del contraataque y la precisión de los pases, el asunto pareció sellado. Nahuel Molina interrumpió un ataque galo, Lionel Messi hizo rodar la pelota asegurando la salida, Julián Álvarez la alargó para Alexis Mac Allister y el volante la cruzó para dejar solo al autor del gol. Una maravilla de jugada, apropiada para una final.

Argentina impuso una superioridad inesperada que no tuvo réplica hasta muy avanzado el segundo tiempo. El tres a cero rondó varias veces, sin concretarse, y eso le resultó fatal. Los ingresos de Kingsley Coman y Eduardo Kamavinga por Antoine Griezmann y Theo Hernández a los 71’ le dieron a Francia las energías que no había mostrado.

Por primera vez en el partido los azules lograron interrumpir el tránsito tranquilo y ordenado que mostraba Argentina. A base de velocidad y fuerza lograron acercarse por fin al área albiceleste y así pudo conseguir su primer remate al arco (Mbappé, elevado), y procurarse un penal de Otamendi a Kolo Muani que Mbappe sirvió con tranquilidad y precisión. Y dos minutos después, culminando otra jugada digna de una final, el astro del PSG logró la inesperada igualdad.

Argentina había sido mejor durante 80 minutos. Francia había mostrado superioridad durante quince. Y estaban dos a dos. La diferencia se había dado por el amplio triunfo de Messi en el duelo con Griezmann como conductores de sus respectivos equipos. Pero, en los descuentos de los 90 reglamentarios, los dos pudieron celebrar: Emiliano Martínez salvó a su equipo tal como lo había hecho contra Australia y al otro lado Lloris realizó su mejor atajada en el campeonato para tapar un balazo de Messi.

ALARGUE INFARTANTE

Se recuperó Argentina de ese golpe noqueador que había recibido y de alguna manera retomó el control del juego durante el primer tiempo del alargue. Pero las fuerzas de muchos de sus jugadores, especialmente los volantes, comenzaban a decaer. En contraste, los jugadores franceses parecían cada vez más frescos y veloces.

Lautaro Martínez, que ingresó por Álvarez, estuvo cerquísima de anotar dos veces, y en ambas surgió el cuerpo de Dayot Upamecano para bloquear sus disparos. Y hubo una situación más favorable aún, pero ahora terminó bien. Recibió solo nuevamente y el arquero Hugo Lloris realizó un tapadón para evitar la conquista, pero no pudo impedir que Messi capturara el rebote y pusiera el 3-2 a los 108’.

Nueve minutos después, un penal por brazo involuntario pero abierto de Montiel fue nuevamente bien servido por Mbappé.

¿Asunto concluido? ¡Para nada!: a los 120+2, Emiliano Martínez superó la calidad y la importancia de sus mejores atajadas en el torneo para evitar que Kolo Muani se convirtiera en el héroe francés. Y en la réplica, Lautaro desvió por poco un cabezazo realizado desde el área chica.

Después vinieron los penales, con todo el suspenso que eso significa. Por tercera vez, un Mundial se definía de esta manera. Antes se había dado en 1994, con Brasil e Italia como protagonistas, y en 2006 con Italia y Francia.

Esta vez los “generales” anotaron sin problema. Después de ellos, fallaron los franceses, mientras los argentinos fueron notablemente certeros.

Y así culminó un torneo que comenzó con malos augurios, que deparó sorpresas increíbles y que consagró finalmente al que mejor jugó.