21 de noviembre 2024

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  • Reinaldo Sánchez y Harold Mayne Nicholls, presidentes de la ANFP, contaron con críticos y detractores, pero mientras Sánchez creó el Canal del Fútbol, Mayne Nicholls trajo a Bielsa. No es poco. De allí en adelante, sin embargo, los que vinieron protagonizan una dura lucha por ser el peor de todos. A Sergio Jadue, que se robó lo que pilló a mano, le siguieron tres timoneles cuya gestión generosamente sólo puede ser calificada como “mediocre”.

Por Eduardo Bruna


Se sabe que acceder a información sensible y relevante, en nuestro país, es poco menos que imposible. Y es que, más allá de la cacareada “Ley de Transparencia”, como se conoció en términos más simples a Ley de Transparencia de la Función Pública y de Acceso a la Información de la Administración del Estado”, vigente desde abril de 2009, en el primer período de Michelle Bachelet, lo cierto es que los ciudadanos se han llevado más de un chasco cuando pretendieron apelar a ella.

Si eso funciona poco o nada para la administración pública, ocioso es señalar que, para entidades privadas, y la Asociación Nacional de Fútbol Profesional (ANFP), lo es, la transparencia es un tema que siempre los ha tenido sin el más mínimo cuidado.

De hecho, el Barómetro de Acceso a la Información 2021, es decir, el estudio de la Asociación Nacional de la Prensa y el Consejo para la Transparencia, que mide la percepción de periodistas, precisamente, sobre el nivel de acceso a la información que obtienen desde diferentes instituciones de interés público, reveló -tras encuestar a 433 editores y periodistas de medios de prensa, televisión, radio y revistas-, que la Asociación Nacional de Fútbol Profesional (ANFP), el Sename y las Direcciones de Obras fueron los organismos peor evaluados.

Que la ANFP compita con el Sename en este rubro no da para enorgullecerse mucho que digamos, considerando que este organismo estatal ha sido por años una verdadera casa del horror para los niños y adolescentes que tuvieron la mala fortuna de caer allí. Mucho menos cuando, implantado en el fútbol nacional el nefasto y corrupto sistema de Sociedades Anónimas Deportivas que desde 2005 impera en Quilín, uno de los motivos que se dio fue que, de ahora en adelante, en la actividad la transparencia iba a reinar sin ningún tipo de cortapisas ni contrapesos.

Una más de las tantas mentiras que no han contado desde la Dictadura y hasta ahora. Como las AFP, las Isapres, la “educación y salud para todos” y la perfección del sacrosanto mercado, que hasta hoy nos tiene hasta el perno con sus abusos y surtidas colusiones.

Se nos prometió “transparencia” en el fútbol y es lo menos que hemos visto. De partida, los Consejos de Presidentes nunca más estuvieron abiertos a la prensa, como ocurría cuando en el fútbol nuestro imperaban las Corporaciones de Derecho Privado sin fines de lucro. Harold Mayne Nicholls sacó a los periodistas de los consejos, lo que fue aprovechado en el período delincuencial de Sergio Jadue. Y ninguno de los presidentes que lo precedieron (Arturo Salah, Sebastián Moreno y Pablo Milad), ha mostrado nunca el menor interés por abrirles nuevamente las puertas al periodismo.

¿Es que algo tienen que ocultar?

Lo más paradojal de todo es que cada uno de ellos, en su momento, instaló un pomposo departamento de prensa, o de comunicaciones si usted quiere, pagado con sueldos nada de reguleques, que se suponía destinado a ejercer de buena forma su labor. Ha sido más bien al revés. En lugar de informar se han constituido en la primera y casi insalvable barrera para ocultar.

Con Milad el asunto ha llegado a niveles verdaderamente críticos. No es para nada gratuito el que el Barómetro de Acceso a la Información haya “distinguido” a la ANFP como uno de los organismos más inasibles y arcanos de los miles que tienen existencia en nuestra azarosa vida nacional.

Y cuando algo así sucede, no es necesario ser muy sagaz para colegir que la labor de Milad a la cabeza del organismo máximo del fútbol profesional chileno, ha transitado más por los tropiezos y la mediocridad de una gestión mucho más prolífica en desaciertos que buenas decisiones.

Milad prácticamente debutó tropezando con el Covid. Fue cuando, en el torneo pasado, la ANFP determinó suspender el encuentro entre Colo Colo y Antofagasta en el Monumental, con el cuadro “Puma” ya instalado en el recinto albo. Y es que el presidente y su mesa se saltaron olímpicamente todos los protocolos que se habían acordado entre el Ministerio de Salud y el fútbol, para retomar una actividad que había estado suspendida durante meses.

Que volviendo de un partido en Brasil hubiera dado resultado positivo para Covid un dirigente, que a su vez fue contacto estrecho de hinchas y jugadores, demuestra que en Colo Colo la lección no la aprendieron nunca. Esa vez zafaron por el salvavidas que les tiró Milad, pero la historia dice que, en el torneo 2021, el “Cacique” perseveró en su desorden e irresponsabilidad, lo que le implicó resignar puntos vitales frente a Ñublense primero, y ante Audax Italiano después, al tener que afrontar ambos partidos con mayoría de elementos juveniles.

Paula Daza, subsecretaria de Salud, se encargó de dejar meridianamente claro que la decisión de postergar el partido Colo Colo-Antofagasta había sido del fútbol, no de ellos.

Con ese precedente, se suspendieron por similares razones otros encuentros, como Unión La Calera-O’Higgins, Cobresal-Unión La Calera, Curicó Unido-Unión Española y Colo Colo-Unión La Calera.

Con motivo del debut de la Roja en las clasificatorias sudamericanas rumbo a Qatar 2022, la afición pudo ver cómo el pito paraguayo Eber Aquino dejaba sin sanción un claro penal del zaguero central uruguayo Coates cuando faltaban pocos minutos para que expirara el partido que Uruguay y Chile sostenían en el Estadio Centenario de Montevideo. A esas alturas el partido estaba igualado 1-1 y un eventual gol de la Roja habría significado tal vez un histórico triunfo. Pero la errada decisión de Aquino significó que Chile incluso perdiera, con un gol anotado por la Celeste en el último minuto.

La natural indignación del aficionado permeó al directorio de la ANFP. No al de la Federación, porque este organismo hace años que dejó de existir, aunque debiera ser el que maneje los temas internacionales. Milad pidió los registros del VAR, escuchó que árbitros y asistentes coincidían en que no había que cobrar la falta y hasta ahí llegó su enojo. Nunca reclamó ante la Conmebol, ni como un simple saludo a la bandera que sentara un precedente. Resultado: la Roja debió sufrir otro arbitraje de Aquino, esta vez frente a Bolivia en San Carlos, donde sí sancionó un dudoso penal a favor de los altiplánicos que tradujo en gol Marcelo Moreno Martins, para el empate 1-1.

El manejo que le cupo a Milad con Reinaldo Rueda, por entonces aún técnico de la Roja, también fue lamentable. El colombiano estuvo muy lejos de cumplir con las expectativas creadas con su contratación, durante el directorio de Arturo Salah. Y llegó un momento en que su continuidad se hizo insostenible. Los resultados de la Roja la tenían lejos de zona de clasificación, pero, lo que es peor, el equipo no jugaba a nada. Era un deslavado reflejo de lo que se había logrado primero con Bielsa y luego con Sampaoli. Hasta lo de Juan Antonio Pizzi parecía superior.

Estaba claro, además, que Rueda lo único que quería era irse, pero de la ANFP no había pronunciamiento alguno. Milad, al igual que el Presidente para el cual sirvió como Intendente del Maule, llegó tarde. Manejó mal el período que podríamos calificar como el de la “incertidumbre” y peor el momento cuando ya la decisión estaba tomada.

Cuando Rueda finiquitó con Milad, porque ese fue siempre el orden que por esos días utilizó la prensa, para nadie era un secreto que el colombiano ya tenía pleno acuerdo con la Federación de su país de origen.

De previsión para ubicarse en los distintos escenarios, mejor ni hablar. Pablo Milad al parecer nunca se esperó que Universidad Católica, ni mucho menos Coquimbo Unido, avanzaran en la Copa Sudamericana.

Universidad Católica, en esos momentos encaminándose a paso seguro a un inédito tri campeonato, clasificó para enfrentar a Vélez Sarsfield y la imprevisión hizo que, de apuro, la ANFP de Milad determinara la suspensión de cuatro partidos del elenco “cruzado”: frente a O´Higgins, la U, Wanderers y Palestino.

Respecto de Coquimbo Unido, quedó claro que la confianza en lo que pudiera hacer el cuadro “pirata” era aún más menguada. Menuda sorpresa se llevaron en Quilín luego que el equipo de la IV Región eliminara primero a Sport Huancayo y luego al Junior de Barranquilla.

Ya en semifinales, Coquimbo debió reprogramar sus encuentros frente a Deportes La Serena y Deportes Antofagasta, partidos que perdió por la cuenta mínima  porque la prioridad era el histórico partido frente a Defensa y Justicia, que finalmente se consagraría campeón.

Para todos quedó más que claro que la programación original diseñada por la ANFP nunca contempló el que los cuadros nacionales pudieran avanzar en sus confrontaciones internacionales. Coincidencia o no, por esos días renunció el Presidente de Ligas Profesionales, Rodrigo Robles.

De este somero recuento no puede quedar al margen el papelón que, consciente o inconscientemente, protagonizó Pablo Milad, fiel adherente a un gobierno que ha hecho de los anuncios y la fanfarria su “leitmotiv” para validarse.

Fue cuando, aceptando la invitación que le extendieron Cecilia Pérez, ministra de Deportes, y Julio Isamit, ministro de Bienes Nacionales, asistió a una mediática ceremonia en los faldeos del Cerro Chena.

El motivo: el gobierno le iba a hacer entrega al fútbol una considerable cantidad de hectáreas para que, en un futuro  cercano, comenzara a erigirse allí el nuevo “Juan Pinto Durán”, antiguo recinto que data de antes del Mundial de 1962, en Chile, y que a todas luces se ha hecho tan estrecho como obsoleto.

Los discursos fueron cuál de todos más épico y encendido. Los ministros y Milad, claramente, ya no daban más de alegría y de orgullo por esta magna e histórica ceremonia. Resultado: en menos de 24 horas el nuevo “Juan Pinto Durán” se derrumbó como castillo de naipes. El Ejército, dueño de esos terrenos, señaló no haber sido nunca consultado, pero que si lo hubieran hecho, igualmente la respuesta a ceder ese paño de hectáreas habría sido negativa.

Ni la ministra Pérez ni el ministro Isamit dijeron luego “esta boca es mía”. Mucho menos Pablo Milad, que también siguiendo la conducta habitual de su admirado Presidente de la República, se hizo olímpicamente el leso.

Ese punto de prensa en el Cerro Chena quedará en la historia como uno de los “shows” más ordinarios, más inútiles y más rascas de los tantos que hemos vivido en nuestra rocambolesca vida republicana, llena de audaces y de chantas.