24 de abril 2024

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  • Dos realidades, dos actitudes distintas para con deportistas destacados que siguen sin hacerle caso a la ciencia respecto del Covid. Mientras el número 1 del tenis está poco menos que preso en un hotel de Melbourne, y con riesgo de ser deportado, nuestra triatleta competirá en Pucón de lo más campante.

Por Eduardo Bruna


Bárbara Riveros, destacada triatleta nacional, no se declara “antivacunas”, pero a dos años ya desde el surgimiento de la pandemia por el Covid 19, sigue sin vacunarse. Si estuviera aislada del mundo, que haga lo que quiera. Pero no lo está, lo que significa no sólo que corre riesgo ella de contagiarse, sino todos aquellos que con ella se relacionan, por los motivos que sea.

El problema es que Riveros no sólo ingresó al país incumpliendo las normas de vacunación, sino que, haciendo uso de una excepción (más bien se diría vista gorda), participará en el Ironman 70.3 de Pucón, prueba que ha ganado ya en tres oportunidades.

Contrasta esta permisividad de los organizadores, y de la autoridad sanitaria del país, con lo que en Australia, país donde reside precisamente Bárbara Riveros, está viviendo desde el pasado miércoles el número 1 del tenis mundial, Novak Djokovic, confinado en un hotel de Melbourne y con claras posibilidades de ser deportado del país por el gobierno australiano.

Razón: el afamado “Nole” es antivacunas, y como el mejor de su especialidad y campeón vigente del Abierto Australiano, además, pensó que el no estar vacunado iba a ser un mero detalle. Que hasta podrían ponerle una alfombra roja entre el hotel y el inmenso court de la ciudad de Melbourne.

Las explicaciones de Riveros no han sido para nada convincentes. Partió diciendo que no se había inoculado por el enclaustramiento a que obligó la pandemia, luego que en Australia se había partido privilegiando a la gente mayor, para terminar afirmando que, cuando quiso vacunarse, el aparato médico no tenía suficientes dosis. Como si todo ello aún fuera insuficiente, la triatleta nacional afirmó que su continuo transitar por diferentes países, compitiendo, también había conspirado contra su oportuna vacunación.

Debiera recordar Bárbara Riveros que, si bien Australia vivió períodos de cuarentena, estos fueron bastante más acotados que acá, y que desde ese punto de vista ha tenido tiempo de más para inocularse. Y si bien es cierto que en Australia se comenzó privilegiando a la gente mayor, como en todo el mundo, por lo demás, en todo este tiempo habría podido cumplir de sobra con algo que a estas alturas casi constituye un deber cívico.

¿Qué después no había suficientes dosis? ¡Por favor, Barbara…! Esa no te la cree nadie. Un país tercermundista, como el nuestro, las ha tenido en cantidades más que adecuadas, y aunque más de algún chusco podrá comentar que cuál es la gracia, teniendo un Presidente especialista en vacunas, lo cierto es que en Chile los no vacunados, también una minoría a estas alturas, suelen apelar a las explicaciones más delirantes y disparatadas para argumentar el restarse al proceso.

Desde que “con la vacuna te van a instalar un chip para controlarte por completo”, a la ya un poquito demodé de declararse “antivacuna” porque sí nomás. Aunque también existen los gallinas que, por miedo al pinchazo, le arrancan a la inoculación como si de un discurso de Piñera se tratara.

Lo concreto es que, más allá de que pueda imponerse por cuarta vez en esta tradicional prueba, que vuelve luego de dos años de receso, precisamente por la pandemia, Bárbara Riveros no sólo podría contagiarse, sino que contagiar a los demás. Y es que el riesgo no es menor, considerando la agresividad de la variante Ómicron, que ha hecho subir exponencialmente en el país el número de contagios, cuando ya las autoridades gubernamentales y sanitarias sacaban cuentas alegres con miras al período estival.

Guido Cornejo, director del evento, reconoció que “cuando partimos con la solicitud de los permisos, nosotros presentamos un protocolo sanitario muy exigente en términos de lo que tenía que cumplir un deportista para competir en esta carrera. Hasta que se definió un protocolo que nos permitió involucrar a deportistas que podían competir sin tener todas las vacunas”.

El cambio en las reglas, que dicho sea de paso habla de una manga ancha que el fútbol no tuvo, tiene nombre y apellido: Bárbara Riveros.