21 de noviembre 2024

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Hoy parece muy difuso establecer si un plantel se debe armar a gusto del DT de turno o por principios establecidos por el club.

Por SERGIO GILBERT de El Ágora / Foto: AGENCIA UNO

Rafael Dudamel y Gustavo Quinteros, los entrenadores de los equipos de mayor arrastre en el fútbol chileno, han alegado públicamente por la carencia de refuerzos que, de acuerdo a su evaluación, son esenciales para la enfrentar la competencia nacional (que es lo que tienen en frente ambos equipos durante 2021).

Los berrinches de ambos han sido categóricos y hasta amenazantes. El DT de la U dijo que requería con urgencia un lateral izquierdo dando a entender que solo así sentiría cierta confianza en las posibilidades del equipo, y el entrenador de Colo Colo fue incluso más claro: hasta que no le traigan un defensor central y un atacante de área de su gusto, no está en condiciones de hacerse responsable de los resultados que logre el equipo.

Complejo tema. Porque si bien tanto Dudamel como Quinteros pueden tener razón en sus necesidades (de hecho, la tienen en base a la carencia de opciones y la escasa calidad de los elementos con los que actualmente cuentan en los puestos que quieren llenar) el meollo de la discusión es quién, en definitiva, es el responsable de armar un plantel. Dicho de otra manera, hoy parece muy difuso establecer si un plantel se debe armar a gusto del DT de turno o por principios establecidos por el club y ejecutados por quien designa para ello (el director o gerente deportivo).

Lo cierto es que todo indica que, en el fútbol moderno, es la institución la que decide y el entrenador solo tiene un margen de maniobra mínimo en esa materia.

La evidencia mundial así lo indica.

Hace algunos días, Manchester City, a través de su director deportivo Txiki Begiristain, declaró públicamente que está casi descartada la opción de contratar a Lionel Messi a mitad de año. De acuerdo a los dichos del funcionario del club, la traba es económica. Sin embargo, la prensa inglesa ha indagado más sobre el tema y señala que en realidad el City prefiere gastar su dinero hoy en un jugador joven y de proyección más que en uno de 33 años, por muy Messi que sea y, fíjese bien, por mucho que sea la obsesión y el sueño del entrenador Pep Guardiola. Se hará al final, sin duda, lo que quiera el club.

En Chile, por cierto, se está a años luz de los altos grados de profesionalización en este tema. Pero hay algunos indicios de que se está llegando a niveles parecidos -básicos y limitados aún- en cuanto principios en la toma de este tipo de decisiones técnicas.

Universidad Católica es el modelo a observar en ese sentido. En Cruzados se llegó a la convicción -al menos por ahora- de que se deben promocionar jugadores emergidos de sus divisiones menores y traer como refuerzos a jugadores -chilenos o extranjeros- que se amolden a ciertas características previamente definidas por el staff técnico permanente del club. De esta forma, el director deportivo -José María Buljubasich- es el encargado de buscar alternativas que calcen en estos principios (dentro de un rango económico, de proyección futura, entre otros elementos) y un entrenador que sea capaz de conseguir el rendimiento esperado.

El DT acá no tiene más alternativa que sumarse a esta visión o simplemente negarse a participar o irse si es que piensa que deben generarse otras alternativas.

¿Ese es el camino? Es tema a debatir. Con este modelo, la UC consiguió un inédito tricampeonato nacional y ha podido promocionar (y hasta vender al mercado internacional) jugadores de su cantera. ¿Es, entonces, un criterio perfecto que deben seguir todos? No es tan claro tampoco. La rotación de entrenadores en los últimos años denuncia que ellos encuentran trabas por parte del club a la hora de sus exigencias de aumento de calidad de refuerzos para competir en la arena internacional. Y ese ir y venir de DT impide consolidar proyectos técnicos que podrían generar mayor desarrollo competitivo del club.

Claro, no existen recetas infalibles. A unos les queda bien imponer desde arriba y a otros satisfacer el llanto y el lamento de sus entrenadores. Quizás qué sea mejor…