6 de noviembre 2024

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La albiceleste concurre a Qatar presa de una doble presión: recuperar un sitial que extravió hace rato y dar a Lionel Messi el único título que falta en su vitrina y sin el cual sabe que cualquier ambición de superar o al menos estar a la par de Pelé y Maradona es una causa perdida.

Por JOSÉ ROGGERO / Foto: ARCHIVO


Será su mirada anodina, o su carácter privado de rebeldía. O tal vez su propensión al mutismo. La cosa es que, en ninguno de sus fracasos, casi todos con la Albiceleste, el mundo pudo palpar crudamente la pena inmensa que embargaba a Lionel Messi.

Cabeza gacha y al camarín; cuando más, algunas pocas frases por ahí, sobre todo después de perder las dos finales frente a la Roja, cuando insinuó su retiro de la selección, que algo dejaron entrever la humanidad de este semidiós.

Pero no hacen falta señales de su parte. Es obvio que Messi acude a Qatar con el sueño de por fin saberse campeón del mundo. Como lo supieron tres veces Pelé y una Maradona. Los únicos capaces aún de mirarlo desde arriba y frente a los cuales no podrá pararse de igual a igual sin una copa mundial.

Y es ahora o nunca. A sus 35 años no habrá una siguiente oportunidad. Ya la dejó escapar el 2014 en la final perdida contra Alemania. Ahora, con ocho años acumulados en el cuerpo, el desafío es más cuesta arriba, pero no queda otra. Literalmente.

A su favor cuenta con un grupo de compañeros, espoleados por todo un país exultante de confianza y ambición, que han conformado un grupo de temer.

Es que el ensayo de la AFA con Lionel Scaloni en la banca dio en el blanco. Desde septiembre de 2018, cuando asumió el interinato, el santafesino sólo ha tomado decisiones correctas. Primero se despercudió de muchos veteranos, dejando únicamente a los indicados para acompañar a las nuevas promesas. En poco tiempo transformó a una selección acomplejada por la falta de éxitos durante 25 años (desde la Copa América de 1993) en un colectivo poderoso que terminó segunda en las clasificatorias a Qatar detrás de su indeseado hermano mayor, Brasil, al que sin embargo le arrebató en su casa la Copa América 2021.

Al cabo, Argentina luce hoy un invicto de 35 partidos, incluyendo dos victorias y un empate ante Brasil. Es cierto, no se ha calibrado lo suficiente con las potencias europeas. Apenas un empate amistoso 2-2 frente a Alemania y un rotundo 3-0 sobre Italia en la final de la Copa de Campeones Conmebol-UEFA. Poco.

Quizá esa insuficiencia sea la única duda que deja Argentina de cara a Qatar.

Sí es seguro que sorteará con pocos problemas su Grupo C, el que debería ser una etapa de ensayo contra Polonia, México y Arabia Saudita. Clasificando primera, los octavos de final se ven asequibles si el rival es la renovada Dinamarca; menos auspicioso será el panorama si al frente se para Francia, en el improbable escenario de que Deschamps y los suyos rematasen segundos en el Grupo D. De ahí para arriba todo es incierto. Los gigantes europeos son cosa seria y a la Albiceleste sin duda le costará mucho ganar su tercer mundial.

Por ahora, todo es esperanza. El lunes, Scaloni recortó su lista a 32 nombres. No hay sorpresas. A despecho de algunas dudas -Giovanni Lo Celso está entre algodones y Dybala apura su recuperación- siguen todos los que han enrielado a Argentina en estos buenos tiempos. Saldrán seis nombres, más por una imposición numérica que por desniveles individuales. Porque la gracia de este grupo es su homogeneidad. Cada titular tiene un suplente a su altura. Eran promesas cuando los empezó a convocar Scaloni hace 48 meses, ahora son sólidas realidades en las mejores ligas europeas. Once tipos en España, ocho en Italia, cinco en Inglaterra, tres en Francia, dos en Portugal, uno en Alemania, uno en Estados Unidos y solo uno (el arquero Armani) en Argentina, dan una idea del poderío que hace soñar a los fanáticos trasandinos. Y a Messi, por supuesto. El más interesado de todos.