26 de abril 2024

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  • El perfil humano y político de la futura encargada de una cartera que, para los gobiernos “post democracia”, ha tenido poca o nula importancia. La verdadera fauna que hasta ahora ha desempeñado el cargo así parece confirmarlo. 

Por Eduardo Bruna


Fue, sin duda, un golpe a la cátedra el que dio Gabriel Boric, Presidente electo, al designar como futura ministra del Deporte a Alexandra Benado Vergara (45 años). Y no es que no se lo merezca. La sorpresa va por el lado que, en las especulaciones habituales para este tipo de casos, su nombre no había figurado en el repertorio de los analistas y especialistas, elucubrando acerca de quién se podía hacer cargo de este cartera. Una cartera que, para todos los gobiernos de la recuperada “democracia”, era más bien un “cacho”, el cargo preciso para ubicar allí a un amigo, o a un amigo de un amigo, importando nada, o casi nada, que el elegido tuviera dedos para el piano.

Partamos por decir que el primer ministro del Deporte de la historia republicana fue Gabriel Ruiz Tagle, en las postrimerías del mandato de Piñera I. Hasta allí, el inefable Gabito era conocido en el ambiente deportivo por haber sido presidente de Blanco y Negro, la concesionaria que, con malas artes, le usurpó Colo Colo a sus socios y a sus hinchas. Aunque no sólo por eso: el señor había sido protagonista principal, desde su empresa Pisa, de una de las colusiones más escandalosas y prolongadas que se han descubierto en la economía chilena, luego que durante más de una década Ruiz Tagle, y la sacrosanta Papelera (CMPC), nos pasaran por el aro con el precio a público del papel tissue (toallas, papel higiénico, servilletas y pañuelos desechables).

Pero no sólo como empresario Ruiz Tagle se comportó como un punga cualquiera. Desde su cargo en Blanco y Negro hizo una alianza con un pato malo conocido como “Pancho Malo”, que fungía como líder de un sector importante de la “Garra Blanca”. Mientras Francisco Muñoz, el verdadero nombre de este delincuente, le prestaba protección a Ruiz Tagle con su séquito de “tonton macoutes”, el mandamás de Blanco y Negro, metiéndose por buena parte las normas que rigen al fútbol, apoyaba económicamente a estos matones, les regalaba entradas para los partidos y hasta les facilitaba las dependencias del Monumental para guardar allí bombos, banderas y otros implementos mucho menos inocuos.

Ruiz Tagle abandonó en ministerio en marzo de 2014, sin dar cuenta jamás de más de 2 mil millones de pesos que se le perdieron con motivo de la realización en el país de los Juegos Sudamericanos.

Llegada a La Moneda nuevamente Michelle Bachelet, se pensó que la designación de Natalia Riffo como responsable de la cartera era un soplo de aire fresco después de tanta sinvergüenzura. El chasco fue total. La Riffo debe ser una de las ministras más ineptas, indolentes y haraganas que jamás haya registrado nuestra historia republicana. Basta decir que, de los 30 centros deportivos que Bachelet había prometido en su programa de gobierno, a lo largo del país, la gestión de Natalia Riffo sólo pudo entregar uno, y a medio morir saltando.

La importancia que le daban al deporte las autoridades quedó reflejado en que, pese a su vergonzoso desempeño, Bachellet nunca le pidió la renuncia. Natalia Riffo se fue solita, convencida de que iba a iniciar ahora una carrera como parlamentaria. Por suerte para el país y para el Congreso, no resultó elegida.

Piñera II siguió con la joda en lo que al deporte respecta. Designó como ministra a Pauline Kantor, que sólo alcanzó a estar un año. En un cambio de gabinete había sacado de la vocería de gobierno a Cecilia Pérez y, naturalmente, no podía dejar cesante a su regalona.

¿Dónde ubicarla, para que siguiera ganando un sueldo obsceno para las muchas carencias que tiene este país? En el ministerio del Deporte, por supuesto. Que la Pérez en su vida jamás hubiera jugado ni con tierra, no tenía la más mínima importancia.

Y así ha sido su gestión. Aparte de agarrar cuanto viaje al exterior ha surgido en el calendario deportivo, se mandó a construir unas elegantes oficinas al interior del Estadio Nacional, por estimar que las que tenía en el edificio de Fidel Oteíza no estaban a su altura.

No sólo eso: a ella y a Julio Isamit, ministro de Bienes Nacionales, no se les ocurrió nada mejor que donarle al fútbol un paño de más de 16 hectáreas en los faldeos del Cerro Chena, para construir allí el nuevo “Juan Pinto Durán”. Con la acostumbrada parafernalia y la concurrencia de la televisión, la magna ceremonia tuvo un final tan abrupto como vergonzoso: el Ejército declaró que esos terrenos le pertenecían, que nadie jamás se los había pedido y que, aunque lo hubieran hecho, nunca los habrían entregado, porque servían para el entrenamiento de las tropas.

Lo curioso fue que el papelón no trajo ninguna consecuencia. La Pérez e Isamit continuaron en sus cargos tan campantes. Aquí no ha pasado nada. Una prueba más de que a los gobiernos que hemos tenido el deporte les interesa poco y nada. Y los papelones, tampoco.

Es de esperar que, con Gabriel Boric en La Moneda, el asunto cambie. Por lo menos es un genuino futbolero, y no un hincha de pacotilla como Piñera, que por conveniencia política posó en su momento como seguidor de Wanderers, para luego comprar Blanco y Negro y aparecer frente al populacho como un acérrimo hincha albo, en circunstancias que durante toda su vida simpatizó con Universidad Católica. Y si no decimos “vibró” es porque desde siempre se ha sabido que Sebastián Piñera Echeñique sólo vibra con el dinero. Y si es mal habido, tanto mejor.

Como cualquier ministro o ministra, o el propio futuro Presidente, Alexandra Benado no la va a tener fácil. De partida, tendrá que tomar la posta de lo que implica la realización en el país, el próximo año, de los Juegos Panamericanos, con todas las obras de infraestructura que el evento necesita.

Se supone que al respecto hay bastante adelantado. Pero tratándose de un gobierno tan improvisador como chapucero, la nueva ministra no puede descartar encontrarse con más de una sorpresa. De partida, hay obras que tuvieron un incremento sustancial de sus presupuestos, cuestión que ya ha observado la Contraloría.

Se ha apuntado, por parte de la prensa, que Alexandra Benado, Licenciada en Educación y Pedagogia en Educación Física, ex futbolista y capitana de la selección chilena, será la primera mujer lesbiana en ocupar un cargo de tanta relevancia. ¿Importa eso? Para nada. Lo que importa es que haga bien su trabajo y demuestre, a través de su gestión, que el puesto no le queda grande, como a otros.

Nacida en Suecia, Benado se radicó posteriormente en Cuba, tras el asesinato de su madre, militante del MIR, a manos de la dictadura cívico militar del patán. Sólo retornó al país a principio de los años 90, donde de inmediato destacó en el fútbol femenino nacional, siendo convocada, con sólo 18 años, a un torneo internacional –la Jayalalitha Cup- que se disputó en la India, en 1994.

Una lesión sufrida en 2003, la marginó temporalmente del fútbol, para retornar en 2008 tras un llamado de la entrenadora de la Roja, Marta Tejedor, para asumir la capitanía del equipo chileno que posteriormente consiguió el tercer lugar de la Copa América en 2010. En 2012 asumió un cargo como miembro de la Comisión de Fútbol Femenino y de la Copa Mundial Femenina de la FIFA hasta 2016, para luego ser comisionada de la Copa Mundial Femenina de Francia 2019.