8 de diciembre 2024

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Infantino se comunicó directamente con el Primer Ministro de Inglaterra, Boris Johnson, para solicitarle (rogarle) que mediara ante la Federación de su país y lograra destrabar los viajes de los jugadores sudamericanos para disputar las Clasificatorias.

Por SERGIO GILBERT J. de El Ágora.

Los clubes ingleses, amparados por la Federación local, provocaron un remezón tipo temblor grado 8 en el fútbol mundial. En forma unilateral, decidieron no facilitar a sus jugadores requeridos por sus selecciones nacionales si es que ellos deben viajar a países que están considerados en la llamada Zona Roja por la pandemia del Covid-19.

Sudamérica es parte de esa zona de exclusión. Y por ello, el mensaje de los ingleses fue directo: ningún jugador que hoy participe en sus torneos locales profesionales tendrá permiso de viaje para jugar en los próximos días las eliminatorias al Mundial de Qatar que programó la FIFA en esta parte del mundo.

Lo que profundizó aún más la crisis es que a los pocos días de la decisión inglesa, otras dos fuertes ligas de Europa -la española y la italiana- se sumaron a la estricta medida, provocando así un problema de proporciones porque, como se sabe, la mayor parte de los seleccionados sudamericanos -las máximas figuras, en rigor- actúan en alguna de estas tres ligas.

El tema, que pudo ser resuelto rápidamente por la FIFA aplicando sanciones a las federaciones europeas que tomaron esa decisión (el organismo impone obligatoriedad a ceder jugadores para sus selecciones durante las llamadas fechas FIFA, como son las Clasificatorias), ha terminado por enredarse porque el presidente del máximo organismo del fútbol mundial -el suizo-italiano Gianni Infantino- optó por otra estrategia: usar la diplomacia para superar la crisis.

Infantino se comunicó directamente con el Primer Ministro de Inglaterra, Boris Johnson, para solicitarle (rogarle) que mediara ante la Federación de su país y lograra destrabar los viajes de los jugadores sudamericanos para disputar las Clasificatorias.

Curiosa estrategia la de Infantino.

Primero, porque pareció olvidar uno de los principios más defendidos por la FIFA: la no intervención política de los países en los asuntos del fútbol. Y segundo, puesto que ha quedado en evidencia que, como dijo George Orwell en su clásico “La Granja de los animales” que en el mundo del fútbol “todos los animales son iguales, aunque hay algunos más iguales que otros”. Porque, digámoslo sinceramente: Gianni Infantino, ¿habría actuado de esta manera diplomática y hasta un poco rastrera si la decisión de no prestar jugadores la hubiese tomado la Federación turca, la de El Salvador o la de Bolivia o Chile?

Es seguro que no. Nadie se imagina a Infantino o a la FIFA como organismo máximo intentando solucionar una falta a su reglamento “a la buena” con federaciones sin mayor peso. Ni menos en la posición observada de Infantino ante Johnson pidiendo un favor para que el negocio no se venga abajo.

Es cierto. Desde una posición alejada a los intereses personales (si es que se puede llegar a eso) hasta se puede entender que los ingleses, españoles e italianos estén preocupados de la salud de su población y que, por ello, tomen una decisión que afecta la realización de una serie de partidos en Sudamérica.

Y hasta se puede justificar que la FIFA trate de utilizar el diálogo para construir acuerdos.

Pero de ahí a suponer que se trata de una estrategia de gobierno y que ante situaciones similares -pero con protagonistas de menor peso para el negocio- se volverá a utilizar, hay una distancia enorme, eterna, poco factible de recorrer.

La FIFA solo sonríe y es humilde cuando puede y cuando le conviene. De no ser así, la aplanadora se pasa encima, sin importar los heridos que queden en el camino.