1 de mayo 2024

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El misterio que sigue cubriendo la identidad de los nuevos dueños de la U se hace insostenible y el rector Ennio Vivaldi vuelve a advertir que el nombre y los símbolos pueden ser retirados. Eso significaría la muerte de Azul Azul en el fútbol profesional.

Por JULIO SALVIAT de El Ágora / Foto AGENCIA ATON

La pesadilla que sufre Universidad de Chile está por cumplir tres años, y nadie le encuentra todavía la vuelta de tuerca que cambie su destino. Al revés, abundan los palos de ciego que van complicando cada vez más la situación y por estos días nadie puede asegurar que el próximo año siga en la Primera A… o que exista.

Con cinco partidos durísimos por delante, sus posibilidades de sobrevivencia bordean el mínimo. Ñublense (visita) este jueves, Universidad Católica (visita) el domingo y O’Higgins (local), Cobresal (visita) y Unión La Calera (local) en las fechas siguientes serán los rivales que los azules deberán enfrentar. Y la pregunta surge sola: si no le ganaron a Melipilla y a Curicó Unido, que parecían los más débiles, ¿cómo lo hará para vencer a esos, que son mejores?

Está por verse si el envión anímico que produce normalmente un cambio de entrenador sirve de nuevo, como ocurrió cuando Esteban Valencia asumió como interino en reemplazo del criticado Rafael Dudamel . La papa caliente la recibe ahora Cristán Romero, que ya alguna vez fue DT interino, y ahora se convierte en interino del interino.

Pero no es sólo el fantasma del descenso el que ronda a la U: también podría sufrir una muerte súbita. Y esto no es asunto de entrenador ni de jugadores: es responsabilidad exclusiva de los dirigentes.

Desde que Carlos Heller vendió sus acciones, hay un manto de misterio sobre quiénes fueron los compradores. Se sabe el nombre, claro: Tactical Sport. Pero este fondo de inversión tiene dos ramas: Inversiones Antumalal y muy mayoritariamente Sartor, una administradora de inversiones dedicada al negocio inmobilario, que a la vez está asociada con un banco digital estadounidense y con una serie de inversores internacionales anónimos ligados al Banco Panamá.

Como si estuvieran en permanente celebración de Halloween, todos los integrantes de esos grupos llevan máscara que no dejan ver sus rostros. Y parece que no hablan. La U está metida en líos futbolísticos desde hace varios meses, y aún no se escucha una voz de sus dueños para explicar o condenar alguna de las tantas situaciones en que se ha visto enredada. Tal vez porque saben más de muebles de comedor que de penales, nada han dicho de la miserable campaña cumplida en los últimos meses. Quizás porque tienen la mirada puesta en la bolsa no se fijan en la invasión de hinchas, y sus amenazas a los jugadores, después del desastre de Rancagua.

Ni siquiera el Rector de la Universidad de Chile sabe quiénes son los dueños de Azul Azul y a qué dedican el tiempo libre. Y es aquí donde el asunto se agrava. Cuando se realizó el traspaso de acciones, Ennio Vivaldi designó a dos representantes de su institución para integrar el nuevo directorio. Y también puso como condición conocer quiénes eran los compradores y cuáles eran sus objetivos con el club.

Ha pasado medio año, y el secreto sigue bien guardado. El Rector reiteró algo que dijo en esa oportunidad: “Si la situación se va de las manos o se va enredando, la posibilidad de que la universidad retire el nombre y el club vuelva a la universidad por supuesto que está”,

Vivaldi todavía espera los nombres de sus socios. Y teme, con bastante razón, que en ese enjambre de especuladores se encuentren también algunos representantes de jugadores. Si se logra demostrar esto, la U muere como integrante del fútbol profesional chileno porque el Rector tendría que cumplir lo prometido: “La Universidad se reserva el derecho a negar la utilización de los símbolos y del nombre que utiliza Azul Azul para su administración deportiva”.

Sin ese nombre y esos símbolos, Azul Azul tendría que postular a la Tercera División, que es semiprofesional, para seguir en el mundo del fútbol. Y, así, hasta el himno desaparecería.