28 de marzo 2024

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Es indudable que si Chile llega al Mundial debe contar con mucho más que sus viejas estrellas. Requiere de nuevos protagonistas que sean los que derechamente tiren el barco y no solo simples comparsas o socios que permitan una buena despedida de los que ya no estarán más en primera línea.

Por SERGIO GILBERT J.

Es verdad. Pese a la derrota frente a Ecuador en San Carlos de Apoquindo, Chile no ha perdido su opción de clasificación al Mundial de Qatar 2022. Hay cuatro fechas por delante y lo apretada que está la tabla de la eliminatoria sudamericana en su parte central, hace que las matemáticas aún sean aliadas de la ilusión. Sin crear falsas expectativas ni apelando al chauvinismo propio de estas instancias, La Roja puede encontrar la llave no solo del repechaje, sino que de la clasificación directa a la Copa del Mundo. No es una exageración. Como dijo Martín Lasarte, Chile depende si mismo para lograrlo.

Aclarado ello, lo cierto es que el análisis de la proyección futbolística del equipo nacional debe tener alcances mucho más profundos que la teórica clasificación mundialista. Y es que es inevitable reflexionar sobre qué pasará al término de la eliminatoria sea cual sea el resultado final.

Lo más básico que se ha escuchado es que si eventualmente Chile llega a Qatar será para despedir con honores a la mejor generación futbolística que ha tenido el fútbol nacional. O sea, que será la instancia ideal para que Bravo, Medel, Vidal, Isla, Aránguiz, Mena, Sánchez y Vargas hagan su inevitable mutis por el foro, recibiendo en el escenario más elegante y espectacular el aplauso final.

Lindo como historia, pero tremendamente insuficiente como aspiración deportiva. Porque si Chile logra ir al Mundial debe tener como piso mínimo el objetivo de la competencia. Es decir, la aspiración de no solo representar una obra de despedida, sino que derechamente esbozar un plan para demostrar que mereció estar en la elite y que puede pararse frente a sus rivales con aspiraciones de competirles.

Y está claro que sostenido en la última gota de sudor y talento de la generación dorada es difícil que ello acontezca.

Es indudable que si Chile llega al Mundial debe contar con mucho más que sus viejas estrellas. Requiere de nuevos protagonistas que sean los que derechamente tiren el barco y no solo simples comparsas o socios que permitan una buena despedida de los que ya no estarán más en primera línea.

¿Existen esos actores? ¿Hay dónde echar mano? Sí, los hay. No son muchos (nunca ha sido así en el fútbol chileno) pero hay jugadores que de aquí a un año -que es cuando se inicia la Copa del Mundo- deben transformarse en líderes y sustento de la competividad de la Selección.

Paulo Díaz, Erick Pulgar, Ben Brereton, Guillermo Maripán -quienes ya tienen puestos ganados- unidos a futbolistas emergentes como Marcelino Núñez, Joaquín Montecinos y Carlos Palacios, entre otros, deberían ya tomar las banderas y constituirse en la base de sustentación del afán competitivo de la Selección.

No hay otro camino. Porque como ha quedado demostrado en esta eliminatoria, los héroes de ayer aún son capaces de desplegar capacidades, pero no están en condiciones físicas de aguantar calendarios agobiadores como han sido las Clasificatorias y como será la cita de Qatar.

Si Chile llega al Mundial, que no sea esa una equívoca señal de la demostración de que la generación dorada está intacta.

Por mucho que haya que agradecerles, ya es hora de que den espacio a los que inevitablemente tienen el futuro en sus manos.