17 de mayo 2024

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  • Más allá de los buzones o pomadas que los expertos quieran vendernos, la derrota en Lima marcó el final de la lucha de la Selección por estar en el próximo Mundial. Un equipo que no tiene jerarquía, capacidad y poder de gol, está destinado a seguir sumando empates insulsos y derrotas dolorosas.

Por Eduardo Bruna


Se acabó. El sueño de llegar a Catar 2022, difuminado desde hace bastante tiempo, terminó por diluirse absolutamente luego de que La Roja, mejor dicho un remedo de lo que alguna vez fue La Roja, cayera sin pena ni gloria por 2-0 frente a Perú, en el Nacional limeño.

No hay más que hablar, desgraciadamente. Por resultados y por fútbol, nada tenemos que hacer en las Clasificatorias para un Mundial que desde el comienzo de este triste peregrinar se vio lejano. Es hora, visto lo ocurrido en la capital peruana, que dejemos de sembrar ilusiones y vender pomadas. Paremos las vanas especulaciones acerca de lo que hay que hacer frente a Paraguay y Venezuela, porque ni aún ganando los seis puntos en disputa (cosa nada de probable, sobre todo frente a los paraguayos), el cuadro de Lasarte tiene a estas alturas posibilidades ciertas de pelear siquiera por un repechaje, porque carece de capacidad y de jugadores para aspirar a algo.

Que sigan inflando el globo los que, por trabajar en el Canal del Fútbol, ahora TNT Sports, están obligados a pintarnos un panorama menos oscuro para mantener artificialmente una ilusión que nunca tuvo asidero. No desde que no se le pudo ganar a Colombia, rival directo, en Santiago. No luego de perder lánguidamente frente a una Venezuela a la que antes le ganábamos siempre. No desde que, en San Carlos, no se le pudo ganar a Bolivia.

“Habrá que recuperar esos puntos en los partidos venideros”, nos decían los expertos machaconamente. Mentira. Los puntos perdidos nunca se recuperan. La única forma sería si le ganáramos por segunda vez en la historia un partido oficial a Argentina o fuéramos a ganarles a los brasileños en su casa. ¿Quién asegura, por lo demás, que debiéramos girar a cuenta de los futuros duelos frente a uruguayos y ecuatorianos, por ejemplo?

A estas alturas, y con el equipo que tenemos, lo más probable es que sigamos sumidos en el fondo de la tabla. Porque para competir se necesita jerarquía y, sobre todo, gol, y ambos requisitos en esta Roja escasean como el uranio.

“Chile hizo un buen primer tiempo”, se nos dijo. Tal aserto es cuando menos dudoso. Se juega bien cuando, aparte de pelear y tener la pelota tanto como el rival, ese buen juego se expresa en el área contraria con oportunidades y con capacidad de gol. ¿Y qué tuvo La Roja frente a Perú en ese lapso, como no fuera un remate de Núñez trabado en última instancia tras centro hacia atrás de Meneses?  Nada, absolutamente nada. Porque hasta Alexis, lo mejorcito que teóricamente teníamos, se empeñó en la jugada personal a veces vistosa, pero casi siempre improductiva. Por consecuencia lógica, ni Meneses ni Brereton pudieron disfrutar alguna vez de un pase con ventaja.

Para colmo, jugando “bien” como apuntaban los sabios, el gol lo hizo Perú. Corrían 35 minutos cuando un saque lateral (¡un saque lateral…!), sobró a Maripán y eso bastó para que se nos derrumbara el precario andamiaje defensivo. Bravo hizo lo que pudo para repeler el remate a quemarropa de un Peña absolutamente destapado, pero nada pudo hacer, en cambio, frente al remate de un Cueva que sólo tuvo que empujarla casi en la boca del arco.

La ventaja peruana, con la que concluyó la primera etapa, trajo los negros y esperados presagios acerca de lo que vendría. A estas alturas de las Clasificatorias, hasta el entrenador más bobo sabe que, para neutralizar a esta Roja, basta con cerrarle espacios. Y como Gareca no es ningún bobo, y los jugadores peruanos tampoco, bastó que Perú le entregara por momentos a Chile el terreno y el balón para que los muchachos de Lasarte se limaran inútilmente los dientes.

Como tantas veces, no tuvimos profundidad, claridad ni calidad para que prosperara alguna aproximación. La tentativa de combinación era falla segura, cuando no anticipo peruano, y como tampoco tenemos remate de distancia ni poder aéreo, cada carga chilena era de una insulsez exasperante.

¿Qué se puede esperar de un equipo que, como La Roja, puede exhibir un solitario remate desde fuera del área, que algo pasó cerca (Vegas, en el minuto 47), y sólo una victoria en el mano a mano que significó el único peligroso desborde en todo el partido (Montecinos, a los 86’)?

A favor de una ventaja que, dada las circunstancias, era más que probable su condición de definitiva, Perú se abanicó. Frustró una y otra vez los tibios intentos nacionales y, recuperado el balón, lo hizo circular como los peruanos –técnicamente superiores a nosotros- saben hacer tan bien. Sin desesperarse ni volverse locos, tenían la plena certeza de que esta Roja podía estar jugando dos horas más sin poner en riesgo una victoria que a ellos al menos los acercaba a posiciones un poco más expectantes.

No sólo eso: en cuanto pudieron, dieron el golpe de gracia, con un gol hasta similar al que había significado la apertura de la cuenta. Porque Peña remató violentamente, absolutamente destapado, Bravo repelió como pudo el remate, pero la pelota le volvió al mismo Peña, quien, anticipándose a Medel, la puso en el rincón más alejado.

Un 2-0 lapidario. Un resultado que ponía fin a una historia que comenzó mal y está terminando peor.

Sólo resta jugar por el orgullo herido. Por sumar esos puntos que no nos hagan caer a ese última lugar que alguna vez ocupamos. Y es que, así como vamos, perfectamente puede ocurrir. Con escuálidos siete puntos, apenas superamos en la tabla a Bolivia y Venezuela.

Pero, muchachos, paremos la venta de buzones y de pomadas. Las Clasificatorias para nosotros acabaron hace tiempo. Cuando dejamos ir todos esos puntos que antes eran nuestros dentro de la más rotunda de las lógicas. Cuando teníamos jugadores y equipo. Cuando dispusimos de una “generación dorada” de la cual hoy, tristemente, sólo quedan jirones.

PORMENORES

Clasificatorias rumbo al Mundial de Qatar 2022. Undécima fecha.

Estadio: Nacional de Lima.

Público: 8 mil espectadores, aproximadamente.

Arbitro: Cristián Ferreyra (Uruguay).

PERU (2): Gallese; Advíncula, Ramos, Callens, Trauco; Peña (79’, Cartagena) Aquino, Yotún;  Flores (68’ López), Guerrero (61’ Farfán), Cueva (79’ Costa).

CHILE (0): Bravo; Isla, Medel, Maripán, Vegas; Aránguiz (65’ Valdés), Núñez (46’ Mora), Pulgar, Meneses (65’ Montecinos), Sánchez; Brereton (74’ Jiménez).

GOLES: Para Perú, Cueva a los 35’ y Peña a los 63’

Tarjetas amarillas: En Perú, Trauco y Callens; en Chile, Maripán, Medel y Pulgar.