El título de uno de los más desopilantes cuentos del gran Roberto Fontanarrosa, sirve para instalar el tema. ¿Es el famoso recambio lo mismo que un campo de pruebas? ¿Se puede entender a la selección adulta, la que representa lo mejor y sólo lo mejor del balompié nacional, como un laboratorio, un casting, un tubo de ensayo? Yo creo que no. Llámame anticuado, pero no.
Por FELIPE BIANCHI LEITON / Foto: ATON
Tiempo atrás existía un concepto futbolístico intocable, irreductible, preponderante en la cultura pelotera. Digamos que estaba entre los preceptos indiscutidos de todo debate, que era la página uno del librito de cómo entender la realidad. Se respetaba. Nadie lo ponía en duda. Y era bastante simple: en la Selección, en la adulta, en la Roja de todos, en la mayor, sólo podían estar los que habían demostrado con creces un nivel superlativo. Los mejores. A nivel local y, ojalá, a nivel internacional.
Nunca se entendió a la Selección como un campo de pruebas, como un laboratorio de ensayos. Para eso estaba el campeonato local o, en el mejor de los casos, la salida de los mejores exponentes a clubes extranjeros. La Selección Adulta, y lo escribo así con mayúsculas, era el capítulo final, la resultante de un tiempo largo de muy buenas actuaciones. Se llegaba a la adulta cuando ya todo estaba demostrado. Jamás fue esa especie de casting al aire libre en la que se ha ido convirtiendo con el tiempo.
Lo de Rueda fue espantoso en ese sentido. Una rotación eterna, inentendible, sin justificación alguna, un tun tun descarado para tapar la falta de trabajo y para ver si algo pasaba casi por milagro. Fueron casi tres años donde se probaban decenas de nombres en amistosos y en partidos oficiales como si se tratara de un sorteo de lotería: ojalá saliera un premiado.
Con Lasarte algo mejoró esa lógica impulsiva, intuitiva y abiertamente errada del colombiano, pero no lo suficiente. Y ahora Berizzo a ratos parece caer en el mismo error.
¿Chicos que anuncian un buen futuro? Para eso están la Sub 20 o la Sub 23. Primero eso, luego la adulta, como fue siempre. No hay otro camino. Nada peor que saltarse estaciones por desesperación. Los Pelé, los Pato Yañez, los Alexis o los Mbappé aparecen muy de tanto en tanto, muy de tarde en tarde, pero lo normal es que nadie sea tan talentoso como para estar jugando de titular en la adulta a los 17 o 18 años. ¿Alguien del que se presume un buen momento? Primero los entrenamientos, muchos entrenamientos, el ensayo, la búsqueda, la mecanización. Y de ahí, si cumplen, si rinden, si vienen dando buenas señales por meses, en una de esas, quizá, la opción de ponerse la roja en un partido internacional algunos minutos.
Y si no se ve “cacao” altiro, a la fila de nuevo. De no ser así, la opción de quemar buenos proyectos es altísima. Y, aparte, es injusto y punto. Injusto con la historia y con la realidad.
Incluso si alguien tiene la posibilidad de debutar por necesidad del momento, por una casualidad o porque se juntaron los astros, hay sólo dos opciones: o se rebela como un crack al que no le pesa la camiseta ni el escenario (Lizardo Garrido, cuando debutó por Chile poco antes del Mundial del 82, termino ganándose en tres partidos el puesto de titular en el equipo de Santibáñez) o ratifica que aún está verde, que aún no es tiempo y… “devuelve” la camiseta.
Es así. Siempre ha sido así. Por eso no hay que confundir los planos. Una cosa es la necesidad de recambio al estar terminando, evidente y lógicamente, los mejores años de la generación dorada. Pero otra, muy distinta, es probar al aire… como se dice en televisión. ¿Fueron Osorio, Assadi, Montes o Bastián Yañez figuras consulares del recién terminado torneo, goleadores absolutos, estrellas fulgurantes, brillantes, que ganaron partidos por sí mismos? En rigor, no. Fueron buenos proyectos, momentáneos, de ratos, de pinceladas. Por ende aún no están para ser titulares de la Roja. Es así de simple.
Paulo Díaz, Maripán, Suazo, Cortés, Núñez, Felipe Méndez, Huerta, por dar algunos nombres, ya están listos. Ellos sí pasaron las etapas necesarias en Chile o afuera. Titulares, figuras en sus clubes, estrellas de distintos torneo. ¿Valencia? No pues. Todavía no. ¿Dónde ha sido figura hasta acá? ¿Barticciotto o Figueroa? Puede ser, fueron una de las figuras del pasado torneo, hicieron muchos goles… pero dependerá de su rendimiento en las prácticas y de su rol, antes de la adulta, en la selección juvenil. ¿Se fija?
Hay diferencias. Momentos. Credenciales. Razones. Lógicas que, la verdad, son las mismas de siempre. Que no han cambiado. Por eso, es bueno que dejemos de confundir dos cosas que son, necesariamente, distintas. Hay que buscar, apostar, revisar, intentar el cambio generacional. Sin duda. Pero para llegar a ser titular en la Selección no basta con la apuesta. Hay que generar antes las credenciales. Y esperar el momento.
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