6 de mayo 2024

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En el Teatro Municipal de Antofagasta, la educadora de párvulos peruana, Elizabeth Andrade Huaringa, recibió el Premio Nacional de Derechos Humanos 2022, de manos de la directora (s) del INDH, Consuelo Contreras, por su trabajo defendiendo el derecho a la vivienda y los derechos fundamentales de las personas migrantes en el norte de Chile.

Elizabeth Andrade nació en Perú y reside en Chile desde 1995, es educadora de párvulos y actualmente estudia para ser técnico en trabajo social. Destaca por su trabajo como dirigenta, educadora, activista y defensora «incansable» -según como la calificaron desde el INDH en un comunicado- de los derechos humanos de las personas migrantes.

Tras ser víctima de violencia de género, la galardonada se asentó en el campamento «Nuevo Amanecer Latino», en Antofagasta. Desde ahí comenzó un trabajo de asesoría a pobladores y pobladoras en temas habitacionales. Creó la agrupación «Rompiendo Barreras», que hoy es una corporación que aglutina a ocho comités del macrocampamento «Los Arenales» para la interlocución con el Estado.

Tras recibir el galardón, Elizabeth Andrade expresó que «este premio es un reconocimiento al trabajo colectivo. Es un reconocimiento a la lucha popular, por la que cada una de ustedes en las calles, con cada uno de sus compañeros, ha salido para mostrar la desigualdad que se vive día a día a nivel del mundo y que ahora el Instituto reconoce, que somos trabajadores y luchadores por esos derechos que nos han sido negados».

«Vivir en campamentos no es fácil, pero la lucha que se da por construir una vivienda adecuada es un derecho que cada uno de nosotros sabemos y tenemos presente cada día», añadió Andrade, agregando que «durante un año y cuatro meses mis vecinas de Los Arenales levantaron las ollas comunes. Llegamos a cocinar 280 mil raciones de comida (…) Junto a más de 140 vecinos se realizaron 775 raciones diarias de comida (durante la pandemia). Ellos son y los reconozco, a cada uno de ellos», señaló.

Elizabeth Andrade también mostró un artefacto que le entregaron cuando se enfrentó a un «peligro inminente como mujer violentada. Me obligaron -y no acepté- a irme a un refugio, a una casa de cuidado, para que no nos pase nada. Ojalá esto cambie. Ojalá que los derechos de la mujer no sean más violentados. Ojalá que todas las instituciones que trabajan a través del enfoque de género sepan que nosotros no tenemos por qué encarcelarnos ni por qué ser cuidadas, sino que se tenga que aquellos que nos atacan enfrenten la justicia».

Esta es la primera oportunidad en que el premio se otorga a alguien que vive en una región distinta de la Metropolitana, instaurando un precedente en cuanto al reconocimiento a defensoras/es de los derechos humanos.