3 de mayo 2024

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La migración es otro de los fenómenos presentes en la Copa del Mundo. Veintiocho selecciones acuden con jugadores nacionalizados.

Por JOSÉ ROGGERO / Foto: ARCHIVO


La migración se hace sentir en Qatar. Nada menos que 137 mundialistas no nacieron en el país al que representarán.

Es un fenómeno que también ha vivido la Roja, que se ha nutrido con abundancia en los últimos años de jugadores con sangre chilena no nacidos en nuestro suelo, cuyo emblema actual es Ben Brereton.

Los nacionalizados que irán a Qatar pueden dividirse en dos grupos: los que no tenían ningún vínculo sanguíneo con su selección y los que sí lo poseían, que son los más. Estos últimos responden a fenómenos migratorios masivos, como son los casos de los numerosos africanos y magrebíes nacidos, formados y jugando profesionalmente en Francia, pero que eligieron representar al país de sus padres o sus abuelos.

Marruecos lleva a 14 jugadores, cuyos orígenes se reparten mayoritariamente entre Francia, España, Bélgica y Países Bajos. Destacan el lateral Achraf Hakimi y el delantero Munir Mohamedi (España), el atacante Hakim Ziyech (Países Bajos) y el central Roman Saiss (Francia).

En la lista le siguen Túnez y Senegal, ambos con 12 jugadores.

Los tunecinos llevan, entre otros, al portero Mouez Hassen, el defensa Majdi Kechrida, el volante Aissa Laidouni y el delantero Eylles Skhiri (Francia); al atacante Anis Ben Slimane (Suiza) y al zaguero Mohamed Drager (Alemania).

El caso de Senegal es llamativo, porque entre sus seleccionados hay un par que hasta podría ser titular en la oncena del campeón mundial Francia. Son el arquero Edouard Mendy y el central Kalidou Koulibaly, bastiones del Chelsea.

Luego están Qatar y Gales, ambos con 10 nacionalizados.

El caso de los locales responde a la naturalización de jugadores sin vínculos qataríes, pero que se han afincado en la competencia interna. Un ejemplo es el portugués Ró-Ró.

Los galeses tienen solo naturalizados ingleses, con excepción del arquero suplente Adam Davies (Alemania).

Australia y Camerún cuentan con nueve. Los isleños se han reforzado básicamente con sangre anglosajona, como los escoceses Boyle, Cummings y Souttar. Los africanos llevan a ocho franceses y un alemán, el goleador del Bayern Múnich Maxim Choupo-Moting.

Ghana tiene ocho nacionalizados, cuatro de ellos franceses. El caso más llamativo es el del extremo Iñaki Williams, nacido en el País Vasco y que bien pudo representar a España, como sí lo hará su hermano Nico, también atacante, convocado por Luis Enrique.

Canadá, Croacia y Portugal siguen con siete. En los norteamericanos destaca el portero de origen serbio Milan Borjan. En los croatas, los alemanes Josip Stanicic y Mario Pasalic, y el bosnio Dejan Lovren. Los lusos cuentan con tres brasileños, Pepe, Matheus Nunes y Otavio, y un francés, el lateral izquierdo titular Rapahel Guerreiro.

Estados Unidos cuenta con seis jugadores nacidos afuera, entre otros tres ingleses, un colombiano y un holandés, quizá este último es el más destacado: el lateral Sergino Dest, con paso por el Barcelona.

Serbia tiene cuatro, Francia y Suiza, tres. Polonia, España, Ecuador y Alemania, dos. Entre otros, los balcánicos llevan al suizo Milos Velijkovic, los galos al portero congoleño Steve Mandanda, los suizos al goleador camerunés Breen Embolo. Asimismo, los polacos incluyen al lateral inglés Matty Cash; los hispanos al extremo bisauguineano Ansu Fati; los ecuatorianos al arquero argentino con paso por la Universidad de Chile, Hernán Galíndez, y los germanos al juvenil delantero camerunés Youssoufa Moukoko.

México y Uruguay cuentan con un argentino en sus filas, Rogelio Funes Mori en los aztecas, y Fernando Muslera en los charrúas.

Dinamarca, Inglaterra, Irán, Países Bajos, Costa Rica, Bélgica y Japón cuentan con un solo jugador naturalizado. Los daneses, al español Robert Skov; los ingleses al jamaicano Raheem Sterling; los iraníes al sueco Saman Ghodoos; los holandeses al goleador de origen suizo Luuk de Jong; los costarricenses al nicaragüense Óscar Duarte, los belgas al senegalés Amadou Onana y los nipones al portero estadounidense Daniel Schmidt.

Una genuina Torre de Babel. Nadie se resiste ya en el mundo del fútbol a los efectos migratorios y globalizadores. Sólo nacionalistas fanáticos pueden mirar mal un fenómeno incontrarrestable y que seguirá creciendo. Para el bien del fútbol, porque la mezcla racial se ha demostrado como el mejor ingrediente para mejorarlo y embellecerlo.