27 de abril 2024

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  • Frente a un boxeador zurdo, rápido, técnicamente bueno y además escurridizo, el peleador chilote fue, como se esperaba, un cazador sobre su presa. Sólo que eso, siendo loable, a veces no alcanza para lograr una corona mundial de boxeo.

Por Eduardo Bruna


Hizo una pelea más que digna, pero no le alcanzó. Fiel a su estilo, José Luis Velásquez, conocido popularmente como “Pancora”, buscó desde el comienzo acorralar y sobrepasar al campeón del mundo de los supergallos reconocido por la Asociación Mundial de Boxeo (AMB), y FIB (Federación Internacional de Boxeo), el invicto peleador uzbeko Morodjon Akhmadaliev. Sin embargo, el buen boxeo de su oponente, un peleador zurdo y además escurridizo, se impuso finalmente por puntos en fallo unánime de los jurados.

La verdad, y aunque duela, se dio la lógica. Velásquez, fruto de un boxeo escasamente competitivo, necesitaba de muchas cosas a favor para lograr el milagro. De partida, un estado físico tan impecable como excepcional, imposible de lograr en los escasos días con que contó para subirse al ring Arena Manchester, de New Hampshire. No sólo eso: dio ventaja en estatura y peso, porque mientras el uzbeko es un supergallo legítimo (122 libras o 55.338 kilos), Velásquez es peso gallo (118 libras o 53.524 kilos). Parece una diferencia mínima, pero en el boxeo no lo es en categorías bajas, donde cada kilo se siente. Pegando, porque se impacta una masa mayor a la acostumbrada. Recibiendo, ni hablar: cada golpe tiene un efecto mayor al habitual.

Como se suponía, Velásquez afrontó el combate fiel a su estilo de kamikaze, ese que, con tal de lograr sus objetivos, no se guarda nada. Sólo que ese estilo puede que resulte frente a un peleador de parecidas características, pero no frente a este Akhmadaliev que, a partir del segundo asalto, y cuando fue evidente que le sintió la mano al “Pancora”, basado en su velocidad y buena técnica combatió preferentemente de contra. En otras palabras, sobre el error del rival ante que respaldado en sus propios aciertos.

Y en eso el uzbeko fue inteligente, porque a partir de ese momento desechó el intercambio frontal de golpes y fue sumando rounds y puntos aceleradamente, en la medida que Velásquez -que no sabe pelear de otra manera y tampoco le interesa- comenzaba a fallar la mayoría de sus envíos.

Con todo, promediando el combate, el “Pancora” tuvo hasta el chispazo de pensar que podía ganar el premio mayor. Fue cuando le metió a Akhmadaliev tres golpes sucesivos sobre el oído y, se sabe, un impacto en esa zona afecta el equilibrio. Sin embargo, el campeón no estaba dispuesto a resignar su doble corona en su primera defensa y, pasado el chaparrón, recobró su dominio de la situación.

Al final, producto de su boxeo más depurado, más completo, Akhmadaliev fue sumando puntos rounds tras rounds, para imponerse finalmente en forma holgada de acuerdo a lo visto y a la coherente percepción de los jurados, que votaron en forma unánime también los guarismos: 119-109.

Como sea, Velásquez nada tiene que reprocharse. Olvidó todas sus desventajas para plantarse sin ningún tipo de complejos ante un rival que, al cabo, fue superior. En ese sentido, no dejó de ser reconfortante el comentario final de uno de los especialistas, que terminado el combate, y conocido el veredicto, señaló que “Dios bendiga a Chile por dar boxeadores como este Velásquez”.